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Sectarismo demagógico

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Así es la política en España. Y por supuesto así son una gran parte de los políticos españoles. Demagogos, sectarios, adocenados y que han hecho de la política un oficio para sobrevivir algunos y vivir de maravilla otros. Este mes de agosto ha sido prolijo en noticias que atañen a la llamada 'casta' política. Término utilizado por el mayor de los demagogos, que califica de casta al que no comulga con él, coleta incluida. 'Podemos' decir sin riesgo a equivocarnos que de momento la dicotomía política entre PP y PSOE se ha diluido y ahora la fórmula se reconduce entre el sistema y el antisistema.

La gente que sólo aparece en los medios de comunicación con frases estudiadas, no solo me aburren, sino que me ponen de mala leche. Y el Sr Pons es el número uno en esto. Esteban, que es su nombre de pila, acusa a los partidos catalanes de encubrir a Pujol en su obrar fraudulento de carácter sempitérnico. Se le olvida de que quienes pactaron con el 'molt honorable', traducido al español, el mayor de los sinvergüenzas, fueron PSOE y PP en las etapas de González y Aznar. Los dos glosaron la figura del insignificante hombre de Estado que ahora sube y baja montañas por doquier del Pirineo. Las reverencias y demás pleitesía se sellaron con el 'caso Banca Catalana' y se han desvanecido cuando ese pequeño trotamontes se decantó abiertamente por la causa independentista. Sus miras son tan cortas como él, posiblemente siempre pensó que llegado el momento, una hacienda y una justicia catalana, prolongarían por los siglos de los siglos su impunidad, como en los mejores tiempos del tripartito PSOE-PP-CiU.

Pero el sectarismo campa a sus anchas en la política española. Sólo cabe seguir viendo ejemplos. El de los ERE para no ir más lejos. El Sr Sánchez pone la mano en el fuego por los dos expresidentes de la Junta implicados. Uno de ellos se jacta de extender la sombra de la sospecha sobre la magistrada de la causa, a la que tacha de instruir de manera subjetiva y discutible. No sé lo que sentenciará el Tribunal Supremo, pero lo que les aseguro es que el flamante secretario general tiene las manos quemadas por jugar con fuego en un polvorín. El caso Bárcenas necesitó de demasiadas evidencias para que el PP se desmarcase. Aún tengo en mi mente la justificación del despido del inefable LB, tal y como aparecía en documentos interceptados por el benemérito cuerpo, por mi no menos admirada María Dolores.

El quinto en liza se llama UPyD. Sin miramientos han crucificado a D. Francisco, por transmitir algo elemental en la construcción de un Estado: «Serán necesarias personas a las que nos importe más nuestro país que las siglas de nuestro partido». Podríamos seguir y no quedarían títeres con cabeza.

Sólo una cosa, espero un debate sosegado para la próxima legislatura sobre la Ley Electoral.