ESPAÑA

Los agujeros negros del accidente de pozo Emilio

¿Fallaron los sondeos de gas?, ¿la planta llevaba semanas sin revisarse? Son preguntas que tendrá que resolver la comisión investigadora Un escape de grisú en 2009 fue un aviso de la posibilidad de tragedias mayores

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Cada día que pasa parece menos creíble el dicho de que «la mina es la mina» y accidentes como el del pozo Emilio del Valle, en Llombera (León), en el que fallecieron seis trabajadores por una inhalación súbita de grisú, son «totalmente fortuitos» y «no hay nada que hacer», como reiteran algunos ingenieros de Minas consultados; o que la «fuerza de la naturaleza» no entiende de medidas de seguridad, como mencionó el obispo de León en el funeral.

Y es que el convencimiento de los familiares de los muertos, sus compañeros, los sindicatos y también algún responsable de la Hullera Vasco-Leonesa, la empresa propietaria de la explotación, es otro bien diferente respecto a ese tópico determinista. «Este accidente se podía haber evitado», se escuchó en las exequias del pasado miércoles como un clamor generalizado. «¡Esto pasa por vuestros recortes!», gritaron los vecinos a voz en cuello a Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta Castilla y León, que asistió al funeral junto al delegado del Gobierno, pero no pudieron entrar al recinto por petición expresa de los familiares de los muertos y se quedaron fuera.

A la espera de que este lunes entre un equipo del servicio de Inspección de Minas en la galería de la planta séptima, a más de 600 metros de profundidad, donde se produjo la fatalidad, son varios los interrogantes que quedan en el aire del peor accidente minero en 18 años.

Se sabe que esa explotación tenía niveles importantes de grisú por el tipo de carbón que se extrae, hulla. Se conoce, así lo confirmaron a este periódico fuentes de la empresa, que la explotación estaba siendo desgasificada cuando tuvo lugar la tragedia. Y también se reveló que en el pozo había alguna rampa peligrosa por el alto contenido de grisú, lo que ya había provocado alguna tensión entre el director de la explotación y los empleados. «Les dijo que no tenían cojones de meterse en algunos sitios», denunció entre lágrimas un familiar de un fallecido en la misa fúnebre.

Estas certezas se sustentaban en antecedentes, como el del 6 de mayo de 2009, cuando siete mineros de una contrata de la Hullera Vasco-Leonesa resultaron intoxicados de forma leve por inhalar grisú en la cuarta planta del pozo Emilio. Entonces, ya muchos percibieron que aquello era un aviso a navegantes de tragedias futuras, como la que ahora ha ocurrido.

¿Por qué?

Es la pregunta del millón. ¿Por qué? La encargada de responder al interrogante que ha dejado huérfanas a seis jóvenes familias será la Comisión Regional de Seguridad Minera, que mantuvo el pasado jueves su primera reunión sobre el accidente. Este organismo fundado en 1905, entonces se llamaba Comisión del Grisú, está formado por representantes políticos y empresariales, entre otros, y el informe que elabore sobre las causas del siniestro será remitido al Juzgado de Instrucción número uno de León, que se ha hecho cargo de la investigación, aunque lo que diga en su estudio no es vinculante para el tribunal.

La primera decisión de la comisión investigadora fue nombrar a cinco técnicos para elaborar las conclusiones, que contarán con las aportaciones del comité de seguridad de la Hullera Vasco-Leonesa y de la dirección de la empresa. Lo más probable es que este lunes ya puedan bajar a la planta séptima del pozo Emilio del Valle para inspeccionar el tajo donde se produjo la maldita invasión de gas.

Por el momento, la única actividad en el interior del yacimiento la han realizado los brigadistas de salvamento, que desde el martes pasado realizan tareas de ventilación y mantenimiento dado que el nivel de metano todavía se encontraba muy por encima de lo permitido para entrar.

Dado que la mina estaba siendo desgasificada cuando ocurrió la tragedia, lo primero que tendrán que supervisar los técnicos será la eficacia de este proceso. Esta técnica consiste en pinchar la veta y sondearla para conocer el volumen de metano antes de proceder a la extracción del carbón. Se hace también para quitar gas a la plancha de forma natural.

Las dudas de las fuentes consultadas residen en el hecho de que si al arrancar el carbón no se realiza de forma correcta se podría formar una «campana» de gas en cuestión de días en los puntos altos de la galería. Entonces, al hundirse con la fricción del martillo, se desprende todo el metano acumulado como un soplo, inunda la zona de trabajo y desplaza el oxígeno.

Otra línea de investigación que se maneja es que la bolsa de gas se pudo acumular en la planta inferior a la que estaban trabajando los seis fallecidos, es decir la octava, y se desprendió de repente sin que las víctimas tuvieran tiempo para ponerse el autorescatador de oxígeno líquido. Esta hipótesis parte del hecho de que la planta octava, a diferencia de la séptima, llevaba semanas «sin tocarse», esto es, sin ser sondeada, por lo que nadie conocía la cantidad de gas que se podía haber acumulado allí.

Los que todavía no podrán entrar al pozo Emilio serán los mineros, al menos no este lunes. Los técnicos, además de determinar las causas de la tragedia, tendrá que dar luz verde a los niveles de metano para que se pueda regresar al tajo sin peligro de nuevos escapes.