Seguidores del derrocado presidente democrático Mohamed Mursi rompen el ayuno del Ramadán en El Cairo. :: MOHAMMED SABER / EFE
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El golpe empezó mucho antes

La desaparición de las colas en gasolineras se suma al regreso de la Policía y avala que una red civil allanó el camino a los militares

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Adel Ahmed no se lo podía creer. El lunes 1 de julio acudió como cada mañana a su tienda de muebles y no había un solo coche haciendo cola frente a la gasolinera que ve desde su cristalera. 24 horas antes eran necesarias al menos cuatro horas de espera para llenar el depósito, pero esa noche el Ejército anunció la destitución de Mohamed Mursi y «como si fuera un milagro, la gasolina volvió a los surtidores», recuerda este comerciante de 62 años que, como la mayor parte de la población, no se explica un cambio semejante. Hani Abdulfatah es el encargado de la gasolinera de la compañía Mobil que Adel Ahmed ve desde su tienda, en la calle Abu Alam del centro de El Cairo, y dice que «un día no fueron necesarias 48 horas para recuperar la normalidad. No se trata de un milagro, simplemente los militares cortaron los envíos a Gaza y normalizaron el reparto entre las gasolineras de todo el país».

El mismo argumento que repiten en el resto de gasolineras consultadas, donde los responsables aseguran que no recibían el combustible y acusan a Hamás, partido vinculado a los Hermanos Musulmanes en Palestina, de llevárselo. La crisis energética en Egipto estalló a finales de mayo y acabó tras el relevo de Mursi. Faltaba gasolina en las estaciones de servicio y comenzaron los cortes de electricidad, «una media de tres al día de unas dos horas de duración», recuerda Mahmoud Gamal, electricista de 25 años que aprovechó los problemas eléctricos para importar linternas y llegó a vender más de cincuenta al día. Ahora los aparatos chinos se acumulan en su pequeño comercio a las puertas de la plaza de Tahrir, porque a nadie la hacen falta. Para Gamal, el problema fundamental era la falta de experiencia de la Administración. «Ha sido llegar los militares y volver a funcionar todo. Egipto necesita un general».

Lo que los opositores llaman «fallos de gestión» lo traducen los Hermanos Musulmanes como «conspiración» y acusan a la amplia red del antiguo Partido Demócrata en la Administración de provocar el caos para aumentar la presión en las calles contra el presidente elegido democráticamente. «Todo Gaza es tan grande como un barrio de El Cairo, es imposible estar desviando allí el combustible que necesita un país como Egipto simplemente por razones de espacio físico para almacenarlo», explica Abdalá Shihada, antiguo experto del Fondo Monetario Internacional (FMI) que regresó al país después de la victoria de Mursi para asesorar al Ministerio de Economía. «Los indicadores económicos eran buenos en los últimos nueve meses y el crecimiento del país estaba en 2,4 puntos. Se habían reactivado sectores como la construcción y el turismo, había aumentado la recaudación de impuestos, las medidas contra la corrupción empezaban a funcionar... Pero los grandes hombres de negocios de la época de Hosni Mubarak no podían permitir quedarse fuera de juego y provocaron el caos con la colaboración de las fuerzas de seguridad», argumenta Shihada, que se ha quitado el traje y la corbata y desde hace una semana vive en la acampada que la Hermandad mantiene en Rabaa Al-Adawiya, en el norte de la capital. Un lugar donde la formación islamista planea para hoy, el primer viernes de Ramadán, una manifestación multitudinaria, algo similar a lo que pretende el liberal Frente de Salvación Nacional (FSN), pero en la plaza de Tahrir.

El nuevo primer ministro egipcio, Hazem el-Beblaui, ha comenzado los contactos para formar Gobierno, pero aseguró en una entrevista telefónica con la agencia Efe que necesitará «más tiempo», porque «el país atraviesa un periodo muy difícil». El-Beblaui abrió las puertas a la presencia de ministros islamistas en su nuevo Gabinete, ya que lo que se valorará será «la profesionalidad y la credibilidad». A diferencia de Mursi, el jefe del Ejecutivo cuenta con el respaldo de las fuerzas de seguridad, que vuelven a ser visibles en las calles de la capital, y ya ha recibido las primeras y considerables ayudas económicas de Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos (EAU), países que mantenían una especie de «boicot oficioso al Gobierno de la hermandad», según Abdalá Shihada.

«La crisis energética del país no es culpa de la mala gestión de Mursi, ni consecuencia de una conspiración, se trata de algo estructural. Ahora han llegado muchos millones del extranjero, pero en unos meses veremos de nuevo los mismos problemas. No hay paciencia para dejar funcionar los programas de reformas y estos necesitan tiempo», lamenta Ashraf el-Sherif, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Americana de El Cairo.

El primer Gobierno democrático de la historia del país árabe tuvo un año de plazo para intentar cambiar las cosas. ¿Qué esperanza de vida tendrá el de Hazem l-Beblaui?