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ANDALUCÍA

El técnico se hizo político

José Antonio GriñánEl socialista con más poder en este momento decide marcar los tiempos para evitar que se los marquen a él

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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Tozudo, tenaz, desconcertante para quienes no siguen el hilo de sus razonamientos, sabio estratega para sus más próximos. José Antonio Griñán: político andaluz nacido en Madrid en 1946, dirán las enciclopedias, presidente de la Junta de Andalucía desde abril de 2009 hasta una fecha incierta pero que seguro que no pasará de 2016. Su anuncio de que no va a repetir como candidato a la presidencia de la institución autonómica le ha puesto de nuevo en primer plano de la actualidad. A sus 67 años, con todo el poder de su partido en sus manos, ha decidido marcar los tiempos para evitar que se los marquen a él. Esta puede que sea, en definitiva, su 'Gran Decisión' en una etapa llena de grandes y convulsos cambios.

Tras una larga militancia en el ala socialdemócrata del PSOE, aunque siempre en puestos políticos y no orgánicos, Griñán se vio impulsado a primera línea tras la sorprendente dimisión de Manuel Chaves, que le eligió para sucederle en abril de hace cuatro años. Hasta entonces había hecho buena parte de su carrera a su sombra. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, inspector de trabajo de profesión y profesor de Derecho de Trabajo como su antecesor, le sucedió como ministro de Trabajo, cartera que el anterior presidente andaluz ocupó de 1986 a 1989 y que él recogió entre 1993 y 1996, con el desaparecido Luis Martínez Noval entre ambos. Fue también ministro de Sanidad entre 1992 y 1993, y entre otros cargos ocupó los de secretario general técnico del Ministerio de Trabajo (1987-1990), viceconsejero de Trabajo (1982-1986) y de Salud (1986-1987). Chaves lo nombró consejero de Salud en 1990 y lo repescó en 2004 para la política andaluza, cuando le encargó la Consejería de Economía y Hacienda. En 2008 le nombró vicepresidente.

Tras la marcha de Chaves para ocupar la vicepresidencia tercera del Gobierno de Zapatero, Griñán afronta el reto de hacerse con el Ejecutivo pero, sobre todo, con el partido, donde hasta ese momento había tenido escaso poder. Se ocupa de desmontar la estructura legada por su antecesor, que tenía delegado el control del aparato en Luis Pizarro y la acción política en Gaspar Zarrías, y que conservaba la secretaría general del PSOE-A. El enfrentamiento no se hizo esperar. Griñán no pudo soportar la situación de «bicefalia» y forzó un congreso extraordinario andaluz en el que logró desbancar al equipo anterior y colocar a sus peones, Susana Díaz, como secretaria de organización, y Mario Jiménez, en el Parlamento.

Más tarde, en el congreso federal extraordinario del PSOE, febrero de 2012, apostó por Carme Chacón frente a Rubalcaba. La derrota, aunque fuera por escaso margen, le dejó en una posición delicada, pese a lo cual fue nombrado presidente del partido, cargo en el que también le tocó sustituir a Manuel Chaves. Desde entonces sus relaciones con el secretario general socialista registran vaivenes, hasta el punto de que en los últimos tiempos Griñán ha sido el principal apoyo de un Rubalcaba acosado por los problemas internos y las malas perspectivas electorales.

Entre tanto, el hasta entonces calificado con cierto desprecio de «técnico» dentro de su partido, dio una primera pista de su perfil político cuando se negó a convocar las elecciones autonómicas a la vez que las generales. La 'vieja guardia' andaluza le criticó con dureza, pero los hechos le dieron la razón y en marzo pasado, contra todo pronóstico, logró mantener la presidencia de la Junta a pesar de perder las elecciones, gracias al apoyo de IU.

La debacle nacional de su partido le colocó como el socialista con más poder, no sólo ejecutivo, porque el PSOE ahora mismo sólo retiene dos comunidades autónomas, Andalucía y Asturias, sino también orgánico, pues detenta la federación más poderosa. Ha querido ejercer este papel con todas sus consecuencias. De ahí sus movimientos para marcar agenda en las grandes cuestiones, como la definición territorial del Estado, como en el futuro de sus siglas. Ha evidenciado su rechazo a las candidaturas que se esbozan, tanto Patxi López como Madina, para 'enfriar' el calendario y ganar tiempo para elaborar su propio 'ticket' ganador.

Aunque el año pasado, recién aterrizado en su despacho de San Telmo, declaraba que estaba dispuesto a volver a ser candidato en 2016, ha decidido dejar paso a los más jóvenes. Quizás entonces quiso parar el debate interno sobre su sucesión. Ha ganado un año para tener repuesto, un tiempo en el que se ha dedicado a formar a Susana Díaz hasta el punto de estar convencido de que con ella su partido tiene garantizada la continuidad. Ahora, agobiado por el acoso político y mediático por el caso de los ERE fraudulentos, entristecido por la enfermedad terminal de varios familiares muy queridos, y convencido de que es lo mejor para su partido, inicia el retorno. En su reloj suena ya la cuenta atrás de su retirada definitiva. Cuando se vuelva a la casa de Mairena del Aljarafe donde nunca ha dejado de vivir, con su esposa, Mariate, sus tres hijos y sus cuatro nietos, sus discos de ópera, sus libros, sus amigos, dispuesto a aconsejar a quien se lo pida, pero no más.