PAN Y CIRCO

LA MONTAÑA RUSA

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El Cádiz, el cadismo, anda mareado de tanto y tanto dar vueltas. No es un circo, es una feria, y por ello se utilizan tantos símiles y metáforas para ilustrar su situación. En ocasiones se habla de la noria en la que el equipo sube y baja con facilidad, de Segunda B a Primera y viceversa, de los primeros puestos a los últimos, de los sueños de ascenso a los temores de descenso. Raú Agné equipara estos vaivenes a una montaña rusa, por la dificultad para subir, y la velocidad de vertigo con la que se desciende, con el miedo continuo a descarrilar.

En sólo 90 minutos, ¡sólo 90 minutos!, lo que duró el encuentro del conjunto amarillo en Arroyo, se ha pasado del dramático y en cierto modo realista temor por el descenso, a incluso soñar de nuevo con la cuarta plaza. El aficionado posee el derecho a ilusionarse, igual que lo tiene a enfadarse, asustarse o envalentonarse. Este es un juego. Además, esa extraña sensación, que tiene a todos despistados (como reconoce el propio Peragón), la provocan dos factores: la igualdad (o mediocridad) del grupo, en el que los de abajo ganan a los de arriba y ello comprime la clasificación; y, por supuesto, la irregularidad del conjunto amarillo, capaz de hacer dos partidos muy serios en Loja y Arroyo, y rozar el ridículo ante Betis B, UCAM y Cacereño en Carranza.

Es pronto para tomar partido, porque aún andamos recuperándonos del susto. Vamos a dar dos encuentros más. A ver cómo escapan los amarillos de esta doble aventura manchega. Porque el equipo actual es imprevisible. Si confirma las mejores sensaciones, si mandan los Luque, Peragón y Pablo, entonces se abrirá la veda para soñar. Al menos para intentarlo, porque estos ocho encuentros que restan servirán para medir al Cádiz del presente y al del futuro. Probablemente, el Cádiz de Raúl Agné.