Las viviendas situadas en las zonas más bajas han quedado totalmente anegadas y eso ha forzado el desalojo de sus propietarios. :: F. JIMÉNEZ
el guadalete se desborda

«No imaginábamos que el agua pudiera llegar tan rápido»

Tres familias de la barriada rural Las Pachecas se ven obligadas a abandonar sus casas, que han quedado totalmente inundadas

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Desde que comienzan a caer las primeras lluvias viven mirando al cielo. Son los vecinos de las barriadas rurales de Jerez que en los últimos días han visto crecer el río Guadalete hasta llegar a la puerta de sus viviendas y ya ayer el agua alcanzó a las que se encuentran en los terrenos más bajos de Las Pachecas. De nuevo tocó empaquetar con prisas, acomodar colchones y camas en las zonas altas y cargar el coche con los muebles y enseres más necesarios para pasar el mal trago en casa de un familiar o un local municipal. En esas se encuentra Tania Martín, que abandonó su casa a la carrera la noche de viernes, cuando comenzó a entrar el agua por debajo de la puerta.

Con la resignación de quien ha repetido demasiadas veces la experiencia, explicaba ayer que cargaron todos los muebles y electrodomésticos que pudieron con la ayuda de los vecinos. «La última vez -durante la riada de 2010- lo perdimos todos, el río subió hasta el metro sesenta, casi lo que yo mido, y ahora no queríamos arriesgarnos». Tania vive junto a su madre en este diseminado rural y a pocos metros de su tía. Ayer las tres se acomodaban en el centro social de la barriada donde pasarán estos días hasta que puedan volver a casa. A un lado el sofá, al otro un par de camas y la visita constante de vecinos y periodistas a los que atienden pacientemente.

Con prisas

«Esto tiene que parar ya», se lamenta, y dice confiar en no volver a pasar por lo mismo de hace tres años, cuando el realojo duró más de seis meses. Tania recuerda que no había día en el que no dejara de mirar el nivel del agua, siempre pendiente del cielo. Así ha pasado también la noche Andrés Perdigones, que no se resignaba ayer a alejarse de su vivienda. La construyó hace cuarenta años y junto a su mujer cuida de los animales y el huerto. Tiene el burro atado en la parte más alta y no deja de atender a los perros, cerdos y gallinas, por eso ya advertía que esta madrugada la pasará en el coche. «No quiero dejarlo abandonado, porque cuando uno vuelve, ve que no le queda nada», explica con resignación. Ya durante la tarde el nivel del agua dentro de la vivienda se encontraba por encima de la rodilla y el temor era que siguiera subiendo. En el cobertizo situado justo al lado se desperdiciaban más de 2.000 kilos de abono y otros productos que Andrés guardaba para los cultivos.

Su hijo José, el mayor de los hermanos, también tendrá que recomponer su casita de campo cuando el río baje. Si deja de llover y se mantiene el nivel de los embalses podrían ser cuatro o cinco días y mientras tanto, habrá que esperar y ponerle paciencia. José está convencido de que la construcción de las nuevas presas y la escasa capacidad de desagüe es lo que provoca estas riadas. «He vivido inviernos de agua, de no parar en un mes, pero nunca ha pasado lo de estos últimos años». Su vivienda ha quedado quizá más afectada que la de su padre, pero ha logrado poner a salvo los animales en los terrenos de un vecino. «Dentro tiene que haber más de un metro de agua. Por suerte, ayer sacamos los cerdos y los llevamos a una zona segura, también pusimos en alto lo más necesario», señala.

En las barriadas vecinas como La Ina están a verlas venir. Ya el pasado viernes más de un centenar de alumnos de este diseminado se quedaron sin colegio y permanece cortada la carretera de acceso.