PAN Y CIRCO

CHICO FLORES

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Domingo, siete de la tarde, el Swansea, equipo modesto donde los haya, se proclama campeón de la Capital One Cup (Copa de la Liga). En ese momento emerge sobre el césped del renovado y no menos mítico estadio de Wembley un chaval de Cádiz, de familia humilde y criado futbolísticamente en la cantera cadista. A todos llama la atención su camiseta recordando a los que ya no están, su arte con la muleta y su bandera del Cádiz. ¡GRANDE CHICO! En ese momento, en ese mismo instante, mi cabeza gira hacia el pasado, no muy lejano, y lo hace en torno a una de esas intrahistorias que pasa con esos futbolistas antes de hacerse grandes. Corría el mes de agosto de 2007, una tarde cualquiera de una dura pretemporada, en el vestuario del Rosal destinado al técnico del 'B'. Allí se encontraba el que por aquel entonces era entrenador del filial, Calderón, y a su lado Pepe Losada, su preparador físico. Ambos ya cambiados, listos para entrenar, con los papeles encima de la mesa y un café de 'pucherete' en la mano. Entramos al vestuario a departir con ambos, el que les escribe lo hace acompañado del coordinador de la cantera cadista, Enrique González. En un momento de esa reunión aparece por la puerta un chaval, canterano que estaba realizando la pretemporada con el primer equipo, CHICO FLORES. Por su rostro no demostraba felicidad, algo le inquietaba. -¿Se puede, míster? -Hombre, mira quién se digna a vernos. Pasa hombre, ¿qué te pasa? -No sé, míster, no entiendo qué tengo que hacer para jugar. He sido el mejor central de la pretemporada, pero creo que no cuentan conmigo. -Acabas de llegar y esta gente (García Remón y compañía) ahora mismo apuesta por veteranía. Ellos ya demostraron y viven de las rentas, tienes que demostrar el doble para que confíen en ti. -Ya, pero no sé, no lo entiendo. -Venga, ánimo y a entrenar. -Gracias, míster. El final de la película ya todos la conocemos, la veteranía nos hundió y la ambición por triunfar, ganó.