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Brigadas salafistas patrullan las calles en Túnez ante el vacío de poder

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Ha llegado el día en el que expira el ultimátum del primer ministro tunecino, Hamadi Yebali. Después de diez jornadas de intensos contactos para formar un nuevo Gobierno de tecnócratas, la negativa de su propio partido, los islamistas de Enanhda, puede empujar al dirigente a presentar la dimisión. Túnez vive al borde del precipicio político desde el asesinato del líder opositor Chokri Belaid a comienzos de mes. Su muerte empujó a miles de personas a las calles de un país donde, como en Egipto, se acentúa la división entre islamistas y liberales. Hicieron juntos la revolución para derrocar a las dictaduras, pero estos dos años han sacado a la luz las diferencias entre sus proyectos de futuro para cada país.

Esta situación de caos en la cúpula de poder -acentuada por la división interna dentro del propio Ennahda, donde hay partidarios y detractores de la formación de un nuevo Gobierno de unidad nacional e incluso ya se discute abiertamente el liderazgo de Rachid Ghanuchi, miembro histórico del islamismo tunecino- ha abierto las puertas a los sectores más radicales del salafismo que, según sus propios anuncios en las redes sociales, han formado brigadas para la «seguridad» en las ciudades.

El grupo más activo es Ansar al-Sharia, fundado en abril de 2011. En las fotografías colgadas en la red se ve a sus miembros patrullando con chalecos de color naranja y armados con palos en lugares como Sfax, segunda ciudad del país, Kef, Mateur, Sidi Bouzid, cuna de la revolución, y en distritos de la periferia de la capital. Su presencia en las calles obligó al ministro del Interior, de Ennahda, a ordenar que se retiraran.