Apuntes

Los sacrificios son de todos

La protesta de las plantillas de Navantia resultaban ayer más difíciles de entender y compartir porque no reclamaban trabajo y sí la paga extra perdida

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Que todo trabajador tiene derecho a reclamar lo que le corresponde y a protestar si no se ajusta a la norma, es un asunto que está fuera de toda discusión. Aunque la oposición política acuse a la Subdelegación del Gobierno de poner cortapisas a todas las protestas, lo cierto es que la representación del Ejecutivo insiste una y otra vez en recordar que sólo pretende que las movilizaciones «se ajusten a la legislación vigente». Una vez que lo hacen, que son autorizadas si encajan en el marco legal, está el análisis de lo reclamado, que corresponde al resto de ciudadanos. Las tres factorías de Navantia reanudaron ayer sus protestas pero esta vez no era por el motivo habitual. Hasta ahora, solían ponerlas en marcha para pedir carga de trabajo, una finalidad que cualquier vecino comparte porque supone riqueza para toda la comarca. Otro debate está en las formas que se utilicen para esta reivindicación. Pero ayer, el motivo era otro.

Los trabajadores de Navantia lamentaban con sus concentraciones la pérdida de una paga extra que les correspondía hasta ahora.

Con ser legítima su reclamación, deben saber que cientos de miles de funcionarios están en su misma situación y que otros tantos trabajadores de la empresa privada han corrido la misma suerte. Por no cuantificar el número de los que han perdido todo tipo de salario mensual, no ya de carácter extraordinario.

Protestar a título particular por una situación que afecta casi de forma uniforme a toda la sociedad revela hasta qué punto los trabajadores del sector industrial de la Bahía han interiorizado que sus derechos valen más que los de sus vecinos y que los frutos de sus quejas son más frecuentes.