Gao Ping, la semana pasada, a su llegada a la Audiencia Nacional. :: ÓSCAR DEL POZO
ESPAÑA

Un golpe de suerte puso contra las cuerdas al imperio clandestino de Gao Ping

Dos agentes ajenos a la investigación se hicieron por casualidad con uno de los libros de contabilidad de la trama

MADRID. Actualizado: Guardar
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Un golpe de suerte acabó con dos décadas del imperio clandestino de Gao Ping en España. Dos agentes, ajenos a la investigación sobre la trama china, se hicieron hace ahora un año, casi por casualidad, con uno de los libros de contabilidad de la red del 'rey del todo a cien'. Aquella libreta garabateada ha sido desde entonces la hoja de ruta para los investigadores de la 'operación Chequian-Emperador', amén de poner al descubierto a todo el grupo de ciudadanos españoles que trabajaban para Ping en la asesoría y en el envío de dinero negro a Asia.

El informe que detalla ese golpe de suerte figura en la parte del sumario sobre la que se ha levantado el sumario y al que ha tenido acceso este periódico.

Era el 9 de diciembre de 2011. Dos agentes de la Brigada Móvil de la Policía patrullaban de paisano los andenes de la estación de Atocha, identificando a los pasajeros recién llegados de un AVE de Sevilla. Desde hacía meses, la Policía sospechaba que había idas y venidas de correos de Gao Ping con importantes cantidades de dinero, pero, entre tanto pasajero asiático, era como buscar una aguja en un pajar.

Sin embargo, los funcionarios le repararon en los «signos de nerviosismo» de dos ciudadanas chinas, aferradas a sus bolsos de prestigiosas marca. La presencia policial parecía inquietarles. Tras identificarse, los agentes reclamaron a ambas mujeres que enseñaran el interior de los bolsos. La cantidad de dinero era tal que los agentes tuvieron que trasladarlas a la comisaría de la estación y pedir en Renfe una contadora industrial de dinero.

Una de ellas, Lizhen Yang, llevaba encima 63.510 euros, una cantidad inferior a los 100.00 que pueden portarse sin hacer una «declaración de movimientos de medios», por lo que le devolvieron el metálico. Sin embargo, la otra mujer, Lingzhi Hu Zhou, portaba en efectivo 137.180 euros, que fueron incautados por la Policía.

El hecho de que llevaran encima semejante cantidad y la presunta ilegalidad del transporte, llevó a los agentes a hacer copias de todos los documentos que ambas tenían encima, sin saber que uno de los cuadernos escolares de hojas cuadriculadas que portaba Yang era oro puro. Nada menos que la Biblia de la contabilidad de Gao Ping.

Allí, entre descuidados garabatos en caracteres latinos y chinos, estaban los cobros en negro por valor de 25 millones de euros a clientes de los bazares chinos de media Andalucía. En ese mismo cuaderno estaban también las multimillonarias comisiones que cobraba el supuesto gran desviador de dinero de la trama a China, Rafael Pallardó, al que los investigadores definen como «un miembro más de la organización criminal con un importante estatus dentro de la misma», habida cuenta de su «dedicación exclusiva» a la red de Gao Ping.

«Pelos de punta»

Los investigadores del caso, apenas recibieron las fotocopias de sus compañeros, no tardaron en darse cuenta de lo que tenían entre manos. Y no tardaron tampoco en convertir sus sospechas en certezas, cuando los teléfonos, minutos después de que las empleadas de Gao Ping quedaran en libertad, empezaran a echar humo. Y no precisamente por las multas que iban a tener que pagar por no declarar ese dinero ni por el pago del IVA que iban a tener que abonar, sino por el contenido de aquella libreta.

Las llamadas a cuenta de la incautación del cuaderno pusieron a los investigadores sobre la pista del experto en «cuestiones fiscales» de la trama, Pedro Guzmán Gutiérrez, y sobre el «gestor» de la misma, José Luis Naranjo.

Desde las primeras llamadas, Gutiérrez se dio cuenta de la envergadura de la 'captura' policial: «Ese listado pone los pelos de punta. La Unidad de Blanqueo de Capitales va a empezar a meterse», le dice en una conversación a Naranjo. «Me pone muy nervioso que un listado de estos caiga en manos de éstos (los policías). Son cosas secretas de la empresa, que no puede saber nadie», se lamentaba del golpe del suerte de los agentes, que dio alas a la operación Emperador.