Herman van Rompuy, ayer en Helsinki. :: PEKKA SIPOLA / EFE
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El Nobel de la Paz quiere levantar el ánimo de la Unión Europea

Bruselas acoge con «orgullo» la distinción a sus sesenta años de trayectoria y se conjura contra la interminable crisis del euro

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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La UE recibió ayer una impagable inyección de moral en mitad de su mayor crisis de la historia reciente. El Comité Noruego del Nobel otorgó al bloque el Premio de la Paz por su contribución al «avance de la reconciliación, la democracia y los Derechos Humanos» en el continente. El jurado del galardón reconoció el papel «estabilizador» de las instituciones comunitarias desde su nacimiento tras la Segunda Guerra Mundial pasando por su ambiciosa integración de los países del Este al caer el Muro de Berlín. En Bruselas, la noticia se acogió con un amplia sonrisa, pero sin olvidar las profundas turbulencias económicas que azotan a los Veintisiete.

El Comité Noruego realizó un breve repaso de los casi 60 años de historia de la UE para justificar la entrega de un premio al que había optado en numerosas ocasiones. Por orden cronológico, el jurado destacó el marco forjado por las instituciones europeas para sellar la paz definitiva entre Francia y Alemania. Ambos países, que se habían enfrentado en tres contiendas en apenas 70 años, construyeron a partir de la fundación de la Unión en 1957 una «confianza mutua» que en la actualidad resulta inquebrantable. Más allá de los mandatarios que llegan al poder en París y Berlín, el eje franco-alemán es indiscutiblemente el motor de Europa.

Una vez cicatrizadas las heridas de la Segunda Guerra Mundial, la UE se convirtió en un espacio de prosperidad. Reino Unido, que en un principio rechazó entrar en bloque, tuvo que rendirse a la evidencia del éxito económico y pidió su ingreso. Desde entonces, el sueño de la entrada en la Unión se ha erigido en una de las armas más poderosas del proyecto comunitario. El Comité del Nobel recordó que los socios supieron aprovechar el imán de la integración para promover las libertades. Como ejemplo, apunta que Grecia, España y Portugal tuvieron que cumplir la «condición» de transformarse en democracias para acceder al club en los 80.

El objetivo de la adhesión jugó un papel clave tras el desplome de la URSS y, actualmente, mantiene toda su vigencia. El jurado estima la importancia del sueño europeo para «fortalecer el proceso de reconciliación en los Balcanes». Serbia encarna a la perfección el acicate que supone entrar en la Unión y acceder a los multimillonarios fondos de cohesión. En un plano más político, la pertenencia a la UE otorga un plus democrático y permite sentarse a la mesa en la que se debaten todas las cuestiones clave a nivel continental y mundial. Belgrado ya goza del estatus de país candidato al ingreso, pero ha tenido que sudarlo. Al margen de las reformas institucionales, no ha empezado a acercarse al club hasta que ha detenido a los principales criminales de guerra.

Proyecto «único»

Los líderes europeos no pudieron ocultar su sorpresa tras anunciarse el destino del galardón. «Cuando me he levantado esta mañana, no esperaba que fuera a ser un día tan bueno», se sinceró el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso. Acostumbrado a lidiar con nuevos sustos en los mercados y la dificultad de cerrar acuerdos entre los socios, el exprimer ministro portugués remarcó que el premio reconoce los esfuerzos por sacar adelante un proyecto «único» en el mundo. Además, matizó que la UE en su conjunto es el mayor donante de ayuda humanitaria y al desarrollo. Su homólogo al frente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, insistió en que los 500 millones de ciudadanos de la Unión pueden estar «orgullosos» del premio.

Más allá de las reacciones oficiales, en Bruselas se reconoció que el Nobel debería servir de revulsivo para encauzar definitivamente la crisis del euro. Nadie olvida que las tensiones económicas han provocado una avalancha de críticas hacia la UE. En los países del Sur, se le reprocha su defensa de la austeridad a ultranza, mientras que al Norte los movimientos eurófobos han crecido al calor de los rescates. Ante esta situación, el presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, admitió que «en estos tiempos difíciles los europeos no se consolarán con el premio», sino que aguardan «decisiones justas» de sus gobernantes.