El escritor chino Mo Yan, en una imagen de 2001 tomada en Estocolmo. :: PETER LYDÉN / AFP
Sociedad

Mo Yan, un Nobel entre Kafka y Gabo

Realidad, sueño, y sátira conviven en la obra del narrador un friso magistral de la China del útimo siglo y sus desafíos

MADRID. Actualizado: Guardar
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Mo Yan hizo bueno el pronóstico. El escritor chino se adjudicó ayer el premio Nobel de Literatura 2012 y sus 930.000 euros de 'bolsa'. Se le premió «por conjugar el realismo alucinatorio, leyendas, historias y elementos contemporáneos». Lo hace en una obra original, variada e intensa que constituye un rico friso de la China profunda, su evolución y sus desafíos a lo largo del siglo XX y en la que destaca 'Sorgo rojo', su novela más popular. Para los académicos suecos la narrativa de Mo Yan muestra «una complejidad que evoca a William Faulkner y Gabriel García Márquez» a pesar de su anclajes «en la antigua literatura china y en la tradición oral». Presentado a menudo como 'el Kafka chino', él mismo reconoce su deuda con estos narradores y se autodenomina «hijo de Faulker de Tólstoi».

Yan se confirma con el Nobel como uno de los grandes maestros de la narrativa contemporánea. Se impuso a candidatos eternos, como el japonés Haruki Murakami, la canadiense Alice Munro y el estadounidense Phillip Roth. Tremendamente popular en China, tiene en su poder el premio de los escritores chinos y todos los grandes galardones oficiales de su país. Otro excepcional Nobel asiático, el japonés Kenzaburo Oé, había advertido que «si pudiera escoger al próximo Premio Nobel, sería Mo Yan». Es el segundo galardón de la Academia sueca para la literatura del gigantesco país asiático después de que el franco-chino Gao Xingjiang lo obtuviera en 2000.

Campesino

Hijo de campesinos, nacido en 1955 en Gaomi, al noreste de China, Mo Yan es uno de los autores más leídos y respetados en su país. A salvo del rigor del régimen chino, a pesar de las aceradas críticas que encierran sus narraciones, alterna tragedias épicas e insondables y con un vitriólico sentido del humor, una delicada sensualidad y una sátira mordaz. Su afán por no llevar sus críticas más allá de sus libros y la tibieza de sus escasas declaraciones públicas le han señalado a veces como colaboracionista con el régimen comunista.

Su verdadero nombre es Guan Moye y su seudónimo Mo Yan significa 'El que no quiere hablar'. Agricultor y obrero durante la revolución cultural, obligado a dejar la escuela con 12 años, se sumó a mediados de los setenta a las filas del Ejército Popular de Liberación. En esa época comenzó a estudiar literatura y a publicar sus primeros relatos.

Traducido a todas las grandes lenguas, su primer éxito llegó en 1986 con la novela corta 'El rábano de cristal'. Se dio a conocer en Occidente con 'Sorgo rojo', narración de 1987 adaptada al cine por el director Zhang Yimou que mereció el Oso de Oro en Berlín en 1988. En cinco historias que se entremezclan, recorre los acontecimientos más trágicos de China a lo largo del siglo XX, de la ocupación japonesa a la explotación del campesinado. Con la misma truculencia y alucinante intensidad, Yan es capaz de narrar una escena de sexo o un suplicio, de recrear los estragos de una guerra o un desbocado festín, por lo que ha sido también comparado con Rabelais. «Junto a escenas grotescas, puede evocar el delicado perfume de un loto», dice su traductora francesa, Chantal Chen Andro.

La obra de Mo Yan está bien editada en España por el sello Kailas. La media docena de títulos del narrador chino de su catálogo incluyen sus grandes novelas. Publicó en 2008 'Las baladas del ajo', gran retrato de la China rural elogiado ayer por la Academia sueca. En 'Grandes pechos, amplias caderas' (2007), prohibida en su país hasta que Yan se vio obligado a autocriticarla, repasa la historia reciente de la China del siglo XX desde la experiencia de una heroica mujer.

El Nobel le consagra como un indiscutible maestro de la literatura universal, capaz de sorprender con cada nueva novela y mantener su desafío literario a la clase dirigente de su país. No haber sufrido cárcel ni el acoso habitual en disidentes y artista no afectos y el hecho de plegarse a las exigencia de autocrítica y aceptar premios oficiales ha empañado su perfil de presunto disidente. Y eso que la literatura de Yan no elude los temas más polémicos y escabrosos y se atreve con damas como la dictatorial política de planificación familiar en China que condena y satiriza en 'Rana', su última novela.