Manifestantes tiran huevos y botellas de agua durante una protesta frente a la Embajada de Japón en Pekín. :: MARK RALSTON / AFP
MUNDO

China y Japón juegan con fuego

Pekín amenaza con medidas económicas y varios japoneses son agredidos por el conflicto de las islas Diaoyu-Senkaku

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Unos jóvenes nipones caminaban tranquilamente por las calles de Shanghái cuando se les acercaron unos residentes chinos. Estos los identificaron por el idioma y «¡Japoneses!» es lo único que gritaron antes de que uno arrojase contra ellos un cuenco de sopa de fideos ardiendo, y otro arrebatase las gafas de uno de los nipones. El hombre a quien la sopa empapó el rostro tuvo que ser atendido el jueves por los daños sufridos en sus ojos y, según el consulado del país del Sol Naciente en la megalópolis china, donde residen hasta 56.000 personas de esta nacionalidad, no es el único que ha acabado en el hospital. Hasta cuatro japoneses más han sufrido ataques sin que haya mediado provocación alguna desde el martes, día en el que su país cerró la compra de tres islas del archipiélago cuya soberanía se disputa con el gigante asiático y con Taiwán.

Y esto es solo la punta del iceberg. El arraigado odio contra Japón ha explotado de nuevo en China, y esta vez lo ha hecho con especial virulencia. El archipiélago que el Gran Dragón conoce como Diaoyu, y que Japón bautizó como Senkaku, está en el centro de una trifulca que amenaza con irse de las manos, tanto en la esfera internacional, donde Estados Unidos ya ha dejado claro que está obligado a socorrer militarmente a Tokio por el Tratado de Defensa Recíproca, como en la doméstica, donde se multiplican sucesos que rozan lo surrealista.

El no va más es el revuelo que ha levantado Cao Riben, un joven estudiante universitario de Jiangxi cuyo nombre se traduce, literalmente, como 'que jodan a Japón'. Se ha hecho tan tristemente famoso que ha tenido que abandonar los estudios. No es broma. Desafortunadamente, la mayoría de las historias de esta semana no tienen ninguna gracia.

De nuevo en Shanghái, el propietario chino de un Honda Civic decidió pegarle fuego a su automóvil frente a un concesionario de la marca japonesa. «¡Combatamos a los demonios nipones!», «¡Japoneses idos a casa!», escribió en pancartas que había colocado junto al coche. Otros, sin embargo, tratan por todos los medios de poner a salvo sus vehículos de empresas japonesas. Es el caso de un hombre de la provincia central de Sichuan que, temeroso de que los extremistas políticos la tomen con su Toyota, decidió 'tunearlo' de forma curiosa: tapó el logotipo de la marca con una bandera china, y 'decoró' el capó con varios rótulos en los que se podían leer frases como «compré el coche antes de que los japoneses comenzaran a comportarse irracionalmente».

El conflicto, que se intensificó aún más el viernes, cuando seis patrulleras chinas entraron en aguas territoriales japonesas durante varias horas, y sumó actos violentos ayer frente a la Embajada de Japón en Pekín, adquiere ahora un cariz económico. Como apuntaba uno de los letreros que había pegado al Toyota el hombre de Sichuan -«¡Destruyamos la economía japonesa, boicoteemos sus productos!»-, China dispara ahora donde más duele.

Larga crisis

Japón no levanta cabeza, lastrado por una larga crisis, y Pekín es consciente de que su mayor fuerza no es tanto militar como económica. Y va a jugar esa baza. Lo ilustra un ejemplo: mientras las multinacionales automovilísticas de todo el mundo hacen su agosto en China, las ventas de marcas japonesas han caído un 2% este año, y Toyota se ha dejado un 15%.

El gigante asiático es el principal socio comercial de Japón. Ambas potencias compran y venden cada año por valor de unos 265.000 millones de euros, una cifra nada desdeñable. Y, ahora, ese negocio está en entredicho. «Con la compra de las islas por parte de Japón, será muy difícil que no se resientan nuestras relaciones económicas», avanzó el viernes el viceministro chino de Comercio, Jiang Zengwei. «Todavía no veo ninguna acción de los consumidores en respuesta a la violación de nuestro territorio cometida por Japón, pero si se da creo que estarían en su derecho de hacerlo», disparó. Diferentes fuentes aseguran que la cadena estatal CCTV dejará de emitir publicidad de marcas niponas desde hoy, y varias empresas japonesas han aparecido esta semana con sus logotipos y nombres tapados, incluso en gigantescos edificios que sirven de sede.

Como ya hizo con Filipinas en un anterior enfrentamiento por otros islotes, China utiliza el turismo como primera arma arrojadiza. Esta semana, importantes agencias de viaje han dejado de comercializar destinos japoneses, y aseguran que muchos chinos han comenzado a cancelar, por voluntad propia, los viajes que tenían previstos al país vecino. Así, la aerolínea Spring Airlines prevé un descenso del 30% en el número de pasajeros en las rutas entre ambos países. Sin duda, una medida mucho más efectiva que la de lanzar un misil.