Apuntes

La plantilla de Navantia vuelve a equivocarse

La estrategia de la radicalización de las protestas solo les conduce a ganarse el rechazo de los ciudadanos

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Los trabajadores de Navantia se vuelven a equivocar. Yerran el tiro. Tiran muebles y enseres por la ventana y ese no es el camino para asegurar un futuro a sus hijos. Seríamos reiterativos si volviésemos a decir que tienen todo el derecho del mundo a reivindicar más carga de trabajo para las factorías de la Bahía. Pero lo pierden con las formas. A estas alturas de la crisis que nos asola, los trabajadores de Navantia son más una molestia en el subconsciente de los gaditanos que un motivo de solidaridad. Cuando vuelven a ser noticia por sus incómodos métodos de lucha obrera, cuando no violentos, a sus convecinos solo les provocan rechazo por colapsar la Bahía durante horas a su antojo o por causar daños a los bienes comunes que luego hemos de pagar entre todos.

A principios de esta semana, unos cuantos encapuchados nos sorprendían subiéndose a la azotea del edificio de oficinas de la factoría de Puerto Real y lanzando desde allí todo tipo de muebles. Eso sí, con la cara cubierta. Encapuchados. Ayer su protesta fue bastante más moderada, pero mucho más incómoda pues volvieron adejar atrapados a cientos de conductores en sus vehículos. Ninguno de ellos tiene la culpa de su situación. Y es posible que la de muchos de esos conductores sea aún peor que la de los trabajadores de Navantia. Pero no se toman la justicia por su mano.

Ya hemos insistido desde estas líneas que la radicalidad de los trabajadores de los astilleros no les lleva a ningún lado. Tan solo a desahogarse. Pero a costa de ofrecer una pésima imagen de la industria naval de Cádiz y de molestar a miles de ciudadanos que, si bien hace tiempo podían solidarizarse, ahora solo les ven como un incordio.