Sociedad

El «asúcarrrrr....» de Celia Cruz endulzará por fin la Cuba castrista

La Habana levanta el veto a los músicos no afectos al régimen y entierra la 'lista negra' en la que estaban Gloria Estefan o Bebo Valdés

MADRID. Actualizado: Guardar
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Las 'listas negras' han sido consustanciales al régimen cubano, que lleva medio siglo dictaminado quiénes y qué pueden hacer y qué no los ciudadanos la isla. Una de las cosas que no podían hacer los cubanos era escuchar la música que les viniera en gana, al menos a través de la radio. Y es que las autoridades cubanas imponían qué intérpretes podía programarse y quiénes estaban vetados. Una 'lista negra' que nadie vio jamás pero que estaba plagada de 'contrarrevolucionarios' como la difunta Celia Cruz, junto a Gloria Estefan, Bebo Baldés, Paquito D'Rivera o Willy Chirino.

Su música se podrá escuchar a partir de ahora sin restricciones en la Cuba de Raúl Castro, que sigue dando tímidos pasos hacia la normalización y levanta su veto a unos artistas bien críticos con el régimen o simplemente desafectos.

En algunos casos, como el de la desaparecida Celia Cruz, el veto ha durado más de medio siglo. La legendaria reina de la salsa abandonó la isla caribeña apenas un año después del triunfo de la revolución en 1959. Sus compatriotas no pudieron escuchar ni en vivo ni grabado su grito de guerra, ese archifamoso y potentísimo «asúcarrrrr...» que la cantante lanzó desde escenarios y de todo el mundo pero que jamás endulzó el ánimo de los cubanos desde la radio o la tele.

Instalada primero en México y avecindada luego en Nueva York, Celia Cruz jamás volvió a poner los pies en la isla. Su abierta oposición al régimen hizo de ella un poderoso símbolo del exilio, aunque el Gobierno castrista no la reconoció como exiliada hasta la década de los ochenta.

Como ella, fueron muchos los músicos que, sin estar oficialmente censurados, pagaron con el impuesto silencio sus críticas y su oposición al régimen y a sus dirigentes. Entre las más beligerantes y activas está Gloria Estefan. La cantante era una cría cuando su familia abandonó la isla para instalarse en Miami. No le faltaron razones para la huida al padre de la cantante, guardaespaldas de la esposa del dictador Fulgencio Batista cuando los barbudos entraron en la Habana. Desde el inicio de su carrera, Estefan ha utilizado su música para reivindicar la libertad en su país de origen, como evidencia la canción 'Cuba libre'. Como Celia Cruz, nunca ha vuelto a pisar la isla y es muy consciente de que su presencia en Cuba «generaría violencia».

El saxofonista Paquito D'Rivera, ganador de varios premios Grammy, también desertó de Cuba cuando estaba de gira por España. Siempre fue muy crítico con Fidel Castro y su cuadros dirigentes, pese a que su mujer y su hijo siguieron viviendo en la isla y a que él mismo dio sus primeros pasos en Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

Otro grande de la salsa, el cantante Willy Chirino, o el pianista de jazz Bebo Valdés, padre de Chucho, tampoco podían programarse en las radios y la tele cubanas. Incluso el cantante español Julio Iglesias fue vetado durante un tiempo, aunque después volvieron a programarse sus canciones.

El Gobierno, que siempre respaldó y mimó a músicos 'revolucionarios' como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, ha negado la existencia de la inquisitorial lista. Pero han sido las propias emisoras y sus locutores quienes han reconocido nitidamente ante colegas de la británica BBC la existencia real del veto sobre, al menos, medio centenar de artistas contrarios a la revolución de los barbudos que lideró Fidel.

Misión cumplida

Los mismos profesionales de varias emisoras que confirman ahora a la cadena pública británica el fin de la prohibición han contado cómo, desde instancias gubernamentales, se les ha transmitido el mensaje de que la prohibición era cosa del pasado y que la 'lista negra' «había cumplió su propósito». Justifican su eliminación en la senda de «apertura al mundo» que ha tomado el Gobierno cubano bajo la dirección del menor de los hermanos Castro.

La supresión de veto no ha supuesto, con todo, la inmediata proliferación de la música de los vetados en las ondas cubanas. Y es que las emisoras autorizadas ahora a programarlos no disponen de sus grabaciones. Tampoco tienen a mano los archivos digitales en un país con severas restricciones en el acceso a Internet para la inmensa mayoría de la población. Las emisoras y sus oyentes están a la espera de que el gesto liberalizador tenga sus consecuencias y que el incremento de contactos con los cubanos del exilio y de la oposición radicada en Miami facilite la disfusión de la música vetada en la isla. «Esperamos a ver qué pasos da el régimen», se repite desde varias radios cubanas.