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Los europeos invisibles

Los rumanos, búlgaros o húngaros son tan ciudadanos de la Unión como los alemanes o los griegos

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La crisis del euro hace que hablemos con demasiada frecuencia de la Unión Europea como si se compusiera solo de los países miembros de la moneda común. En concreto, toda la atención se centra una y otra vez en el grupo de países acreedores y deudores que negocian contrarreloj, con la duda de si sabrán rediseñar en tan poco tiempo el euro. Mientras tanto, al menos varios Estados miembros que conservan sus monedas han entrado en una situación política delicada. Sus ciudadanos, sin embargo, parecen europeos invisibles, algo inconcebible hace unos años cuando funcionaba la nueva Europa a 27. Rumania, Bulgaria y Hungría ven cómo se tambalean los mecanismos que garantizan sus Estados de Derecho sin que se haya tomado conciencia de que estamos ante un problema de magnitud europea que requiere mayor atención y medidas de más calado desde Bruselas.

En el caso de Rumania, hay una guerra abierta entre el presidente y el primer ministro. Un referéndum decidirá el 29 de julio si se destituye al actual presidente, mientras el primer ministro, instigador de esta operación, ignora las decisiones del Tribunal Constitucional. La Comisión se ha limitado a advertir que Rumania puede quedarse fuera de la libre circulación de personas en la UE. En Bulgaria, la sensación es que, al estar fuera de la moneda única, el contagio que sufre su economía, y en concreto sus bancos, por la proximidad a Grecia no importa a los que toman las decisiones en Bruselas. Tampoco les quita el sueño la corrupción y el auge del populismo en este pequeño país de la periferia.

Pero el caso más dramático es el de Hungría. El Gobierno nacionalista de Viktor Orban, apoyado por una mayoría absoluta en el Parlamento, ha iniciado una revolución legal que tiene todas las trazas de conducir al país hacia un régimen autoritario. A principios de año entró en vigor la nueva Constitución, hecha a medida de su partido, sin consultar a la oposición o a representantes sociales no afines. Esta norma fundamental ha nacido acompañada de más de 300 leyes que facilitan el control del gobierno sobre los medios de comunicación, debilitan la independencia de los jueces y modifican el estatuto de su banco central para subordinarlo a las decisiones del Gobierno. La Comisión ha abierto una investigación para decidir si lleva a Hungría ante la justicia europea. Orban desprecia a Bruselas y fomenta un discurso populista, en un contexto de crisis económica profunda. Compite con un partido de rasgos fascistas, antisemita y xenófobo llamado Jobbik, que se ha convertido en el tercer grupo político del país. Los rumanos, búlgaros o húngaros son tan ciudadanos europeos como los alemanes o los griegos. Si tratamos como invisibles a los que están fuera de la moneda común, al final lo que desaparecerá de nuestra vista serán los valores e ideales que todavía sostienen el impulso civilizador de la integración europea.