Mark Cavendish, a la derecha, aprieta los dientes para superar en el sprint al alemán Greipel. :: AFP
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Cavendish sabe viajar sin tren

Con su equipo pendiente solo de Wiggins, el velocista británico se busca la vida y gana el primer sprint del Tour

TOURNAI. Actualizado: Guardar
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Delilah Grace Cavendish tiene solo unos meses y duerme cada noche como un ángel. Se despierta, abre los ojos y no llora. Apenas un ronroneo. Es una niña tranquila. Nada que ver con sus padres. Peta Todd, la madre, es una contundente modelo, elegida en tercera posición entre las más atractivas de la página 4 del diario 'The Sun'. El padre es campeón del mundo de ciclismo: Mark Cavendish, ganador ayer en el primer sprint de este Tour. «¿Frena más ahora que tiene una hija?», le preguntaron. Sorprendió el rostro y respondió: «No».

Las bicicletas de pista, de velódromo, no tienen frenos. Una vez empiezan a rodar no hay vuelta atrás. Cavendish se subió de chaval a una bici de esas en su casa, la Isla de Man, y no ha frenado nunca. «No me gustaría tener fama de cobarde», dice. No la tiene. Su fama es otra: le tachan de arrogante, egoísta, chulo, camicace, salvaje... Será su origen quizá. En Man solo hay cuatro cosas: frío, viento, lluvia y, una vez año, una carrera de motos para locos que suma ya 220 muertos. Lo único que frena a los de Man es el mar. A Cavendish, que ya tiene 21 victorias en el Tour y va hacia las 34 de Merckx, no lo para nada. Ni siquiera verse solo por primera vez en un sprint. Sin equipo. Vino a este Tour a demostrar que puede ser campeón de otra manera, sin el tren formado por sus lanzadores del Sky. Ayer lo dejó claro.

El australiano Goos, tercero en la meta, entró en Tournai con ojos de pimienta. Aullaba al ritmo de su sangre joven. Le gritaba a Freire, le achacaba haber perdido la etapa. Goos tapó con su voz las campanas negras de la Catedral de Tournai. Discusión borrosa, llena del ruido de la meta. Freire, que aún anda lento, le mandó a la mierda. «Aquí nadie tiene respeto», se quejó el cántabro. «Algunos se piensan que corren solos. No ven el peligro. Por eso cada vez hay más caídas», explicó. Al entrar en el inacabable kilómetro final, Freire y Cavendish iban descolocados. Freire siempre corre solo. Ha ensayado su instinto. «Óscar es la rueda buena», se dijo Cavendish. El cántabro aceleró, buscó hueco y, sin querer, catapultó al británico.

El sprint siempre tiene las tijeras abiertas. Y cortó el aliento de Freire. Se fundió. A Cavendish le habían quitado su tren de la vía: el 'Sky Express' ha venido a ganar al Tour con Wiggins. Cavendish corre huérfano. Sabe hacerlo. Montó su propia hilera de vagones hecha con ciclistas rivales: tras Freire se pegó a Hendenson, y luego a Greipel. Se subió en marcha al tren del Lotto que echaba humo tirando de Greipel, el tipo al que Cavendish más odia. El alemán que le menospreció cuando coincidieron en el equipo HTC. De Cavendish es bien conocido el tamaño de su boca. Es insolente. En 2007, no obedeció a sus directores. Se negó a lanzar a Greipel y le batió al sprint en la Estrella de Besseges. El alemán le llamó traidor y egoísta. Cavendish se encogió de hombros. «Mira, es muy sencillo. Simplemente, yo soy el mejor», contestó. Lo es. En grupo y en solitario. «El campeón del mundo tiene que saber ganar con equipo y sin él», dijo ayer. Cavendish, de todas las maneras.

El regusto de la Eurocopa

De Visé a Tournai, aún en Bélgica y en las Ardenas, los colores del Tour confirmaron que es verano. En la salida, Freire paladeaba la victoria de España en la Eurocopa. «He dormido en un hotel lleno de italianos, ja, ja». La portada del periódico 'L'Equipe' era un homenaje a la selección de Del Bosque: 'Gracias', así en español, ponía el título. Los ciclistas se pasaban el periódico. Un punto de orgullo. Los extranjeros, también los italianos, les felicitaban. «Es que cómo juegan», repetía Unzúe, director del Movistar. «Con qué velocidad y precisión». Los requisitos de un sprint.

La etapa se movió por delante con la fuga de Roux, Kern y Morkov. Y por detrás, con el dolor en las muñecas de Luis León Sánchez y Tony Martin, caídos y abollados en la jornada anterior. Mancos. Cuando, a falta de 15 kilómetros, el miedo a caerse aceleró al pelotón, la escapada desapareció y los heridos se quedaron atrás. Implacable Tour. El pelotón se abría como una cremallera en cada isleta. Lo que dura un escalofrío. Electricidad. El BMC protegía a Evans; el Sky a Wiggins, y el Euskaltel a Samuel Sánchez. Todos a refugio. El final se corrió sobre la lona de un ring. Un combate.

El Lotto apostó por Greipel. Al alemán no le caben los músculos. Desarrolla 1.800 vatios de potencia sobre la bicicleta estática. Hulk, le llaman. «Pero el sprint no es sólo potencia, también es velocidad», replica Cavendish. Piernas rápidas. De adolescente fue bailarín. Fred Astaire. Ese toque de locura. «Si piensas en el peligro, gastas energías», apunta. Y ayer le hicieron falta todas para sacarle media rueda a Greipel. «Me gusta enseñar este maillot», se pavoneó. El de campeón del mundo. Solo en el mundo. Y dueño. «Hoy dormiré tranquilo». Como Delilah, el nombre que eligió para su hija por una canción de Tom Jones. La nana de 'bad boy' Cavendish.