El presidente del Gobierno, el del Senado y el del Congreso comparten espera en Santa Inés. :: F. JIMÉNEZ
CÁDIZ

Pasillo de cariño entre balcones

Cientos de gaditanos escoltan el paso de los monarcas hasta el histórico templo

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«Anoche me acosté tempranito porque hoy venían los reyes», decía Juana con su nieta de la mano y se partían las dos, con la boca bien abierta, llena de sol, a sabiendas de que el chiste no era bueno, pero con esas ganas de reír sin complejos que sólo dan los muy pocos o los muchos años. Como una fiesta, más que como una ceremonia histórica, se tomó el vecindario del casco antiguo la visita real. La jaula policial era evidente en cada esquina del centro (en el eje Plaza de España-Oratorio) desde el amanecer. «He tenido que decir que vivo aquí para ir a comprar el pan y, luego, para comprar el periódico», decía Luisa en Cervantes. Pero a las 10.30 horas ya se había formado el pasillo para recibir a las autoridades, y, sobre todo, a los monarcas. Era un pasillo móvil. Un brazo conectaba con San Antonio, desde San José, por Ancha si llegaba Rubalcaba o Arenas. Luego, volvía a prolongarse hasta Mina, por San José, cuando llegaban los cochazos con una bandera que llevaba una corona dentro.

Fue fugaz, a lo Mister Marshall. «Lo he visto por la ventanilla», decía Ana, de nueve años, en la esquina de Los Italianos. Los balcones se hicieron palcos. Las banderas remataban el ambiente festivo aunque algunas, pocas, tenían tres colores como en la canción de Serrat. Hubo gritos de petición de trabajo y bromas, alusiones a Urdangarin o Letizia, que había mucho televidente al paso del cortejo, pero al cabo predominaron los vítores, el cariño y los gritos espontáneos para llamar la atención que nunca se logra. Estaba toda concentrada ante el Oratorio y dentro, donde le esperaban todas las autoridades para darle la ovación más larga que ha escuchado en años.