David Galván tomó ayer la alternativa. En la imagen, saluda al veterano Ruiz Miguel. :: JUAN ROMERO
Sociedad

Emérito y debutante juntos en Sanlúcar

David Galván triunfa la tarde de su alternativa tras cortar tres orejas y salir a hombros al lado de Ruiz Miguel y Enrique Ponce

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Un sexagenario Ruiz Miguel cedía los trastos toricidas en solemne ceremonia al toricantano David Galván, que aún no cuenta los veinte años. Más de cuatro décadas separan a ambos toreros de San Fernando. Uno, figura consagrada de reconocido bagaje, otro, firme promesa de la torería. En la memoria de David Galván quedará siempre un hueco para 'Buenacara', ejemplar de Hermanos Sampedro, negro zaíno. Animal que recibió una ovación de salida por lo bonito de su lámina, por lo correcto de su presentación. Después, cuando el torero le presentó el capote, el toro propinó dos coladas por el pitón izquierdo y una premonitoria pérdida de manos.

Durante un desorganizado tercio de varas, este burel que no había destacado precisamente por sus fuerzas, recibió dos varas con la salida tapada y otra tercera de propina por el varilarguero que hacía puerta. Excesivo castigo, justo lo contrario de lo que el toro demandaba. Tras un ajustado quite por chicuelinas, Galván dejaría patente sus cualidades muleteras con un toreo de cadencia y caricia a base de limpios redondos. Pero su enemigo presentaba tanta nobleza como ausencia de fortaleza, por lo que al joven espada sólo le cupo acompañar la exigua embestida de la res con un elegante juego de cintura y suplir con elevada dosis de estética lo que no se podía por la vía de la épica y la emoción. Con el toro convertido ya en un homónimo de Guisando, Galván, relajado y tranquilo, se incrustó entre los pitones para mostrar su valentía en un auténtico arrimón. Con una gran estocada puso feliz rúbrica a su estreno como matador. También el sexto sufrió un duro castigo en varas con un fuerte puyazo contrario y trasero, tomado al relance. Se dobló Galván con mando y torería por bajo para dar paso al toreo en redondo frente a una res de tracción dificultosa y embestida moribunda. Difíciles condiciones a las que el nuevo torero isleño sólo pudo contraponer ortodoxia en las formas, insistencia, amor propio y valor. Y un certero manejo de los aceros, que no es poco.

Nueva lección de torería y gusto por parte del veterano Ruiz Miguel en la plaza de Sanlúcar. Magisterio que se inició cuando hizo volar su capote al ritmo de aladas verónicas. Y, mejor aún, cuando recogía su capotillo con suaves medias, con armónicas revoleras. Tomó luego la franela para templar con ella la repetidora aunque poco humillada embestida de su oponente y obtener muletazos largos, relajados, dominadores. Pronto se rajó el toro, que buscaría con denuedo el cobijo de las tablas, actitud que sería aprovechada por Ruiz Miguel para dibujar postreros circulares a favor de querencia. Un pinchazo y una estocada desprendida y delantera sirvieron para deshacerse de su oponente. Torería añeja rezumaron los pases por bajo iniciales frente al cuarto y derrochó su arrebatadora personalidad en un trasteo de dominio, pundonor y valentía cuando el animal se le reveló difícil y pegajoso. Y hasta se adornó acariciando su pitón, cual viva estampa de hace cuarenta años.

Solicitud de indulto

Tras una lidia esmerada al pronto y bravo tercero, Enrique Ponce dio una buena muestra de su particular tauromaquia en el último tercio: temple, plasticidad, ligazón, distancias idóneas, cites oportunos, elegancia. un reducido compendio de las cualidades que lo han mantenido en figura durante más de veinte años. Técnica e inteligencia toreras que aplicó en dilatado trasteo hasta que el animal, con poco fondo de casta, dejó de embestir. Todo lo contrario que el quinto, un precioso colorado de extrema boyantía, cuyo juego fue de menos a más. Claro que enfrente estaba Ponce, siempre dispuesto a desplegar su habitual alquimia torera, embaucadora de embestidas y alargadoras de las mismas. Firmó el valenciano una dilatada faena a este quinto en el que abundaron los muletazos ligados, los adornos variados como pases de las flores, molinetes, ayudados, cambios de mano, pases de hinojos. pero todo con suma elegancia y plasticidad. Con una gran estocada se deshizo de este toro, para el que se solicitó un indulto, que la presidencia, con buen criterio, no concedió. Porque la casta y la bravura no deben confundirse con la nobleza.