Editorial

Bruselas no cede

Parece razonable dar un poco de oxígeno a España aunque se mantenga la presión para que realice las reformas

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La noticia de que el déficit fiscal español fue en 2011 el 8,51% del PIB ha caído como un mazazo sobre las negociaciones más o menos solapadas que el Gobierno español había emprendido con Bruselas para aliviar el gran esfuerzo de estabilización y ajuste fiscal hasta un déficit del 4,4% del PIB. Es el objetivo que debería realizar España en el ejercicio actual, según las condiciones pactadas a principios de 2011, cuando todas las previsiones anunciaban el fin de la recesión y el comienzo de una recuperación que, en realidad, comenzó a frustrarse en el segundo semestre del año pasado y se ha trocado en recaída. El Eurogrupo está hoy en tasas de crecimiento negativo y España, en particular, experimentará una contracción del 1% en 2012 según la Comisión, y superior según otras previsiones. Una reducción del déficit de 4,1 puntos en un año no tiene precedentes en la OCDE desde la fundación de esta organización. Requeriría un ajuste de 44.000 millones de euros que potenciaría la recesión española hasta límites insoportables y generaría todavía más desempleo que el previsto. Sin embargo, Bruselas se está haciendo de rogar: ante el anuncio ya oficial de que el Gobierno español publicará pasado mañana el techo de gasto del presupuesto 2012, el comisario de Asuntos Económicos Olli Rehn se ha mostrado inflexible: Bruselas no suavizará el objetivo de déficit hasta conocer los motivos del desvío fiscal en 2011 y las nuevas medidas de ajuste incluidas en el borrador de los presupuestos de 2012. Por el contrario, el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Junkers, ha asegurado que mañana, en la reunión del Ecofin previa al Consejo Europeo que se celebrará en Bruselas, se planteará «con calma y serenidad» el debate sobre una solución para España. De hecho, el nuevo Gobierno español ha empezado su ejecutoria con franco aprovechamiento, tanto al disponer un primer ajuste del 1,5% del PIB cuanto al emprender en semanas las reformas estructurales contundentes que Bruselas venía reclamando desde tiempo atrás. En estas circunstancias, y con todas las cautelas para no alarmar a los mercados, parece razonable que, aunque se mantenga una gran presión sobre España, se le dé también el oxígeno que necesita para compaginar lo mejor posible el proceso de convergencia con las primeras medidas tendentes a estimular el crecimiento y el empleo.