CARTAS A LA DIRECTORA

Carta en Navidad

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Hace tiempo un amigo mío, de profesión ingeniero, hablando de las manifestaciones de Dios a los hombres, me comentaba: A un Dios Creador le comprendo dentro de mis limitaciones humanas, yo hago cosas, minimizadas al contemplar lo grandioso del Universo.

A un Dios Redentor.también entra dentro de mis parámetros humanos. Yo daría mi vida por mi mujer por mis hijos. Y hasta por un amigo, o incluso por un desconocido. Te vuelvo a repetir que desde un punto de vista humano, ya que el sufrimiento de Dios-Hombre con todo lo que lleva soledad, desamparo, acosado, ridiculizado y martirizado es incomparable a lo que pueda ofrecer cualquier hombre. Pero un Dios que se encarna, que se hace hombre. Que en un determinado momento de la Historia de la Humanidad, se para el tiempo y es tiempo de Dios para incorporarse con fecha y hora a nuestra vida, desde la ternura que nos produce ver a un recién nacido. Comienza como cualquier ser humano. Niño indefenso, sencillo en el seno de una familia humilde y a los que primero se manifiesta es a los que comparten con Él, el rechazo de los bien instalados en su economía tal vez sostenible. Nace en Belén en un establo, ejemplo para los que quieran vivir sin pretensiones, y en esa sencillez puedan caminar con Él. Los niños se entienden bien, se comprenden, juegan porque sus juegos son universales, como su lenguaje, Lo peor es hacerse mayores, suficientes; entonces corremos el riesgo de olvidar que fuimos niños y pudimos jugar con el Niño-Dios. Es bueno no ser desmemoriados y tener presente, actualizando una infancia, que ya sería espiritual, para comprender, desde la sencillez, sin «complicaciones», la venida del Redentor al mundo para convivir con nosotros, para comprendernos sin esa barrera, que nos parecía infranqueable, de su divinidad. Es hombre desde su nacimiento. Sus manoteos, su llanto y risas. Eran risas y llanto de un Dios que ya nos estaba redimiendo. Comienza a dar sus titubeantes pasos, y ya más recios se dirigen al taller de José. Continúa redimiéndonos con su trabajo y es Redentor en esa vida oculta, que no por oculta intranscendente.

Esa vida es ejemplo. Vida en el hogar de Nazaret, formando parte de una familia de la que quiere que todos participemos. De la familia de Dios.