Sociedad

EL PROGRAMA DE FESTEJOS

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Los huéspedes del infierno dantesco tenían la ventaja de no oír hablar de «disciplina presupuestaria», ni de «activos tóxicos». Las penas que nos aguardan, tan minuciosamente descritas por el señor Rajoy, son más terribles, ya que abarcan a nuestra descendencia. Cuando nosotros pasemos a peor vida vendrán otras generaciones que no podrán pasar por ella. Deben abandonar toda esperanza. ¿Quiénes tendrán fuerzas para acarrear el paquete de medidas? Pesa demasiado, aunque no les pese en la conciencia a los que se han esforzado por transmitir la herencia. Que nadie se llame a engaño, que bastante hemos sido engañados sus mayores en saber y desgobierno. El futuro, que según los griegos está en las rodillas de los dioses, se ha resbalado y ahora está patas abajo y hay que tener mucho cuidado para no pisarlo. Infelices Pascuas.

Una vez enterados del programa de festejos que nos espera, los españoles debemos hacernos cargo de la situación. Lo que no entendemos es por qué Rajoy tenía tantas ganas de hacerse cargo de un puesto así. Hay que ser mitad monje, mitad masoquista. Repartir equitativamente la miseria deja descontentos a todos, incluso a los que no se quedan con la peor parte de lo que él ha llamado «el círculo infernal». Como aquellos clérigos tonsurados y enlutados que se encargaban de la obligatoria gimnasia llamada «ejercicios espirituales», el presidente no ha desdeñado ningún pormenor del martirio. Ni las penas de daño ni las de sentido. A alguno de ellos, que las describía todas como si acabara de regresar de allí, alguien, con la ingenuidad y la libertad de los pocos años, le dijo: «Si hay que ir al infierno, se va, pero no nos acojone usted».

No se puede estar preso y asustado. No se puede temer una segunda recesión sin haber salido de ésta. Además, siempre que se pisa un hormiguero quedan vivos algunos himenópteros. Se refugian para pasar el invierno, que para ellos es el infierno.