Susana posa en la plaza Tahir, donde los egipcios acamparon la pasada primavera, justo unos días después de la marcha de Mubarak. :: CEDIDA
Jerez

Una jerezana en la primavera árabe

La joven, que se convirtió al Islam y reside en El Cairo con la familia de su novio, mira con esperanza el futuro de este país que ya no quiere abandonar Susana Aliaño vive desde hace año y medio en Egipto, donde ha sido testigo de todas las revueltas

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Aunque sus raíces y su afición futbolera la unen con Jerez, Susana Aliaño sabe que su futuro estará en Egipto, el lugar al que viajó por primera vez hace año y medio y en el que quiere seguir residiendo a pesar de las revueltas y los conflictos que se iniciaron en enero de este año con la llamada primavera árabe y la movilización ciudadana en la ya simbólica plaza Tahir de El Cairo.

A esta joven la lucha del pueblo egipcio contra la dictadura de Mubarak le cogió casi recién llegada de nuevo a su país de adopción, al que regresó para quedarse definitivamente en noviembre y para emprender allí su proyecto de vida con Amr, su pareja, el joven con cuya familia reside y con el que se quiere casar en un año después de que incluso se haya convertido al Islam.

«Nosotros vivimos algo alejados del centro de El Cairo, a unos 40 kilómetros hacia el sur, y no pudimos ver las revueltas de Tahir en primera persona, solo por la televisión, a la que estábamos todo el día enganchados». No era para menos, sobre todo si se tiene en cuenta que al menos durante tres semanas Susana y su nueva familia estuvieron encerrados en casa sin salir a la espera de ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.

«Cortaron el teléfono e internet, y no nos atrevíamos a salir, sobre todo porque durante cuatro o cinco noches hubo gente que aprovechó la situación para los saqueos y el pillaje», explica esta jerezana que añade que en su barrio «se crearon patrullas formadas por hombres que vigilaban de noche para evitar robos y destrozos. Mi suegro durmió incluso varios días en su oficina de una empresa eléctrica».

Durante la semana que estuvieron incomunicados pensó en la preocupación de su familia, por eso en cuanto se restablecieron las comunicaciones lo primero que hizo fue llamar por teléfono a su madre a Jerez y tranquilizarla. «Nunca se me pasó por la cabeza volverme, ella lo sabe. Además, al principio no asimilé del todo lo que estaba pasando, y de lo que estaba realmente quemada es de estar tanto tiempo encerrada en casa».

Eso sí, cuenta que conoce a otros españoles que sí vivieron las revueltas de cerca, «con disparos y todo», como una amiga suya de Oviedo que aprovechó la oferta lanzada por el gobierno español y regresó en uno de los aviones que se fletaron para repatriar a los que quisieron.

Susana, en cambio, prefirió seguir en el país que ha elegido para vivir y al que mira con futuro después de aquellas revueltas que finalizaron con la marcha de Mubarak del país. «Ahí ya salimos a la calle, y nos acercamos a la plaza Tahir, y comprobamos la alegría y la celebración de todos los que estaban acampados allí», explica al tiempo que cuenta entre risas que «todos los que vivían allí ofrecían sus servicios a los otros: un médico montó su consulta, un peluquero pelaba gratis, nos regalaban naranjas... Era una fiesta».

Pero también vio las secuelas del conflicto, los tanques y soldados, los coches y las gasolineras quemados. «Hubo incluso muertos, eso no se puede olvidar», recalca esta joven jerezana y ya musulmana que narra éste y otros acontecimientos de su nueva vida en el blog que ha titulado 'Entre Egipto y Jerez' (http://entreegiptoyjerez.blogspot.com).

Ahora, como su familia y sus vecinos egipcios, busca trabajo en El Cairo mientras espera que el país salga pronto de esta situación que ha provocado ahora nuevas revueltas y un inicio de democracia con elecciones legislativas incluidas. «Egipto vive del turismo, es lo que hace que entre dinero, y hay mucha preocupación aquí porque ahora no viene nadie, las pirámides están desiertas y no se ven turistas por ninguna parte», enfatiza.

El ascenso electoral de los islamistas no le preocupa tanto. «Creo que son moderados, que no aplicarán normas estrictas que vayan contra del país y su imagen de cara al turismo. Lo que ha ocurrido en otros países es más una cuestión de leyes que de aplicación del Islam, que lo que realmente promueve es una relación pacífica con otras religiones», finaliza.