Editorial

Sin tregua para Rajoy

La situación económica impone una urgente toma de decisiones por la nueva mayoría

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El argumento de que el traspaso de poderes está pautado y de que las Cortes no se reunirán hasta el 13 de diciembre porque así lo impone el decreto de la convocatoria electoral no debería afectar a la actividad de la nueva mayoría conservadora, cuya operatividad ha de ser decisiva para infundir confianza en los mercados. En unos mercados que ya habían descontado hace semanas el triunfo de Rajoy y no han reaccionado tras el 20-N. Ayer mismo, las bolsas caían pesadamente por temor a que se materialice la amenaza de rebaja de la calificación de la deuda francesa y nuestro país colocaba 3.000 millones de euros de deuda a tipos de interés insostenibles. Así las cosas, es patente que no tendría sentido que Rajoy aguardara a ser investido, previsiblemente el 16 de diciembre, para ponerse en marcha en el campo prioritario y urgente de la economía. De hecho, tendrá una ocasión de oro de darse a conocer, de explicar sus proyectos y de inspirar confianza a sus colegas comunitarios los próximos días 7 y 8 de diciembre en Marsella, cuando acuda al congreso del Partido Popular Europeo. Tampoco es fácil de entender que Rajoy demore el anuncio de quién será su vicepresidente económico, ya que ese nombre habrá de ser una garantía tanto para los agentes económicos como para los mercados. Resultaría, además, razonable que quien haya de ocuparse de tal cometido comenzase una ronda de contactos con quienes serán sus interlocutores en la UE. Y no estaría de más que se pusiera a trabajar en el cúmulo de asuntos que deben quedar resueltos antes de fin de año, es decir, antes de que agoten su vigencia los presupuestos generales del Estado para el año en curso. Antes del 31 de diciembre, deberá confeccionarse el decreto ley de prórroga de los Presupuestos, en el que habrá de consignarse la subida de las pensiones, la congelación o no del sueldo de los funcionarios, etc. Se puede entender la prudencia de Rajoy, quien lógicamente prefiere que su llegada al poder se ajuste a las formalidades tasadas. Si embargo, en esta ocasión el protocolo no tiene sentido porque el tiempo apremia: cualquier demora acentúa tanto la desazón colectiva como el retraso de la deseable inflexión de la economía.