Sociedad

«Me han dolido los ataques que afectaban a mi familia»

La titular de Cultura, que abandonará la política tras el 20-N, hace balance de un mandato marcado por la polémica ley antidescargas Ángeles González-Sinde Ministra de Cultura

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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Ángeles González-Sinde aprovechó su paso por el Festival de San Sebastián para confirmar que abandonará la política tras las elecciones del 20 de noviembre. Era la ministra con menor perfil político del Gobierno Zapatero, pero ha sabido mantenerse dos años y medio al frente de una cartera en el ojo del huracán. Procedente de un sector, el cine, con fama de quitar y poner ministros, la titular de Cultura será recordada por bautizar una ley que regulará las descargas ilegales y cuyo reglamento estará en vigor antes de final de año.

- ¿Cómo se vive en el cargo de ministra saliente, con las elecciones a la vuelta de la esquina y un previsible cambio de gobierno, según vaticinan las encuestas?

- Yo no creo en esas encuestas, lo definitivo serán las urnas. Todavía quedan dos meses, tiempo suficiente para que Rubalcaba explique su programa y seduzca al electorado. Soy una ministra saliente porque ya había expresado al presidente Zapatero y al propio Rubalcaba mi deseo de volver a mi vida laboral, a mi oficio. Estar en el servicio público ha sido un periodo de mi vida que no cambiaría por nada, a pesar de los tiempos duros que me han tocado. Tiempos de recortes, de austeridad e inestabilidad en los mercados con repercusiones para todos.

- ¿El candidato Rubalcaba ha logrado aglutinar las ilusiones de los socialistas?

- Sí. Siempre ha sido una persona muy accesible, con una capacidad de comunicación muy fácil y una especial sensibilidad hacia la cultura. El partido se siente a gusto con él.

- Digno contrincante para Rajoy...

- Desde luego. Lo que no sé es si Rajoy está al mismo nivel. Rubalcaba está más que capacitado para presidir el Gobierno y sacar al país de la crisis.

- El Ministerio de Cultura, como me reconocía la vicepresidenta Fernández de la Vega, con quien más me ha gustado trabajar, es muy pequeño pero con una visibilidad enorme. Tiene más dificultad política de la que le correspondería por su tamaño presupuestario. Recibe mucha atención de los medios y los propios administrados son, por su propia naturaleza, personas con una mirada muy crítica sobre la realidad. Cuando llegué sabía perfectamente dónde estaba, nada de lo que ha ocurrido me ha sorprendido. Conozco el ministerio desde que soy niña. Salvando las distancias, tenía muy claras las expectativas del nombramiento de Jorge Semprún, que venía de la cultura, y lo que decía de él mi padre (el productor José María González-Sinde).

- Muchos se han quedado por el camino: Ignasi Guardans, Milagros del Corral, Álex de la Iglesia, la directora del Centro de la Memoria Histórica, María José Turrón, a la que destituía hace unos días... ¿Demasiadas dimisiones y ceses?

- Los abandonos son inevitables en política. El año y medio que Ignasi Guardans estuvo en el cargo fue muy positivo, no me arrepiento en absoluto de su nombramiento; transformó el Instituto de Cinematografía. Ahora, los tiempos excepcionales requieren medidas excepcionales. Y en estos dos años y medio ha cambiado la realidad. No es el único ministerio donde ha habido muchos cambios.

- Es sorprendente. Yo no llamo a esa ley con mi apellido, no logro acostumbrarme. Cuando llegué al cargo había un tema que era urgente abordar, unas reglas de convivencia entre quienes tienen unos derechos y quienes ostentan otros. Hacerlos compatibles se está abordando en toda Europa, no se puede esconder la cabeza debajo del ala.

- Por supuesto. Quien quiere entrar a robar en un banco lo va a hacer, por muchas medidas de seguridad que haya. Esa no es la cuestión. Lo importante son los principios. ¿Queremos que la cultura sea sostenible? ¿Que quien realiza una inversión pueda recuperar su dinero para seguir dedicándose a esto? ¿Queremos tener industria del libro con escritores nuevos que puedan vivir de su trabajo o queremos solo best-sellers? La cadena de valor de la industria cultural debe poder dar el salto al nuevo entorno.

- El protagonista de aquella jornada, David Bravo, la llamaba «ministra analfabeta digital»...

- No creo que faltar al respeto sea una manera de avanzar en democracia.

- Así es. Bruselas ya nos lo ha devuelto con el visto bueno de la Comisión y el resto de países. Incluso ha generado el interés como modelo para otras legislaciones. Nosotros optamos por no perseguir al usuario, sino a quienes se lucran. En octubre pasará al Consejo de Estado, último paso para que se apruebe en el Consejo de Ministros antes de fin de año.

- Espero que sean coherentes y sigan apoyándola. Aunque, repito, creo que el presidente será Rubalcaba.

- ¿Alguna vez dejaremos de hablar del cine español en términos de ideología?

- En este festival hay muchas películas españolas para sentirse orgulloso. Hay un cliché con el cine español, porque la cultura siempre es política. Pero cuando una película interesa la gente va a verla. No me parece malo que haya debate político en el cine, lo que sí es peligroso es vivir en un país donde las opiniones de los demás nos dan miedo si son distintas a las nuestras. No se puede estigmatizar a la gente porque hable de política.

Dos años alejada del cine

- Tengo dos años de incompatibilidad por ley, no podré dedicarme al cine, ni dirigir ni escribir guiones, porque las películas donde trabaje no recibirán ayudas públicas. Cuando accedí al cargo, justo se estrenaron películas con guiones míos porque hacía años que estaban en marcha. Me dedicaré a escribir y probaré suerte en la literatura y en el teatro.

- ¿No volverá a la carrera política? A usted le va la marcha...

- Creo que no, aunque siempre lo llevas dentro. Ayer me reía porque han elegido a mi hija delegada de clase, ella estaba orgullosa y contenta. Y pensé: '¿Qué educación le he dado?'. Si te parece importante lo colectivo, más allá de lo individual, es difícil que no vuelvas a embarcarte en eso que se llama el bien común, algo en lo que creo por encima de cualquier cosa.

- ¿En este tiempo ha pensado alguna vez en tirar la toalla ante los insultos recibidos?

- Me ha dolido cuando los ataques afectaban a mi familia. Eso me hacía sentir responsable. Hay que saber distinguir quién eres como persona del cargo simbólico que representas. Los ciudadanos tienen derecho a expresar su disconformidad, aguantar las críticas va en el cargo. De otra manera no viviríamos en democracia y la alternativa la conocemos quienes hemos tenido una infancia en el franquismo con padres en la clandestinidad, encarcelados por sus ideas. En el balance final no pesará más la parte agria.