Jose María Gómez cuida con mimo su colección a pesar de la humedad que le obliga a orear los documentos. :: ÓSCAR CHAMORRO
CÁDIZ

La Pepa, en la trastienda de José Mari

Un almacenero de Santa Inés atesora decenas de antiguedades de 1812En su haber destacan decretos, ejemplares de la Constitución, medallas o manuscritos del propio Fernando VII

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Un reloj suena denso, profundo al otro lado de una estantería de ultramarinos. Marca las horas en punto con un sonido grave y metálico y hace inevitable asomar la cabeza a la trastienda de este almacén de la calle Santa Inés. Un universo atemporal se abre ante los ojos del curioso husmeador: mantones de Manila conviven con cuadros, litografías, carteles publicitarios del XX, vestidos y estanterías atestadas de piezas de incalculable valor asentadas sobre un suelo de losas de Tarifa. En la trastienda de José Mariano Gómez del Castillo (José Mari, para los amigos) Felipe V se toma unos chatos con Fernando VII, mientras Fermín Salvochea deambula por las múltiples estancias de un interior que casi recorre los bajos del edificio. El pasado de Cádiz y España se dan cita en este pintoresco lugar en el que no pueden faltar retazos de ese momento en el que Cádiz y España coincidieron a escasos metros de donde hoy despacha Jose Mari con diligencia desde hace más de 50 años: el Oratorio de San Felipe.

Y es que Gómez del Castillo atesora recuerdos de La Pepa en cada mueble, cajón o armario. «Antes nadie de España prestaba atención a estos objetos. Hoy la cosa ha cambiado algo, pero es una pena que estas piezas hayan estado mejor valoradas fuera de España que aquí», explica el almacenero, amante del coleccionismo «desde que era un chaval». Y así mientras las instituciones miraban para otro lado, el gaditano de 65 años se fue forjando un tesoro a base «de subastas en el extranjero o negociantes de arte».

Gómez del Castillo es autodidacta y en su impresionante colección conviven lienzos de Godoy, esculturas o muebles. Sin embargo, el almacenero se confiesa especialmente seguidor de los documentos y objetos conmemorativos. Y es aquí donde el Doce brilla. De un antiguo mueble de hospital, José Mari despliega hasta tres ejemplares de la Constitución de 1812 -impresas en Cádiz por la Imprenta Real en el año de la proclamación-, una colección de cromos de los personajes más relevantes del Sitio de Cádiz, medallas conmemorativas de Fernando VII, decretos de las Cortes, monedas acuñadas en Cádiz durante el asedio (en el edificio Valcárcel, por cierto) o documentos firmados por el 'Deseado' con un imponente «yo el Rey».

Tal es su colección que incluso se planteó hacer una exposición en 2012. «Lo que pasa es que no tengo tiempo para ello», explica. Y es que el coleccionista reconoce la necesidad de que alguien le catalogue y digitalice los documentos, «son muchos y es imposible acordarse».

Hasta su trastienda se han acercado investigadores en búsqueda de documentos de la historia de Cádiz y del Doce, en concreto, pero ninguna administración pública. Él enseña su colección como puede «aunque no como le gustaría» porque tiene que regentar su almacén y atender a clientes y amigos. «Mi mayor colección es de amigos», reconoce.

Ahora que los fastos se desmoronan como un castillo de naipes, las antigüedades del Doce de José Mari se mantienen a buen recaudo: en Cádiz y a escasos metros del Oratorio donde empezó todo. En la trastienda de ese almacenero que se acordó de La Pepa mucho antes de que se cumpliera un aniversario redondo.