Lo último. Oliviero Toscani posa delante de la portada del calendario encargado por una empresa de curtidores de Toscana. Decidió fotografiar doce pubis, uno por mes. :: EFE
Sociedad

«Soy un hombre sin ideas»

De izquierdas y con alergia al Vaticano, el fotógrafo Oliviero Toscani sigue haciéndose de oro con campañas escandalosas. Tiene 69 años

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Si volviera a nacer, le gustaría ser una rana. De verdad. Se conformaría con una charquita y la luz de la luna. Pero eso, claro, en otra vida. De momento se mantiene fiel a su estilo. Más cercano a las plumas de un pavo real. La moda es la moda. Y Oliviero Toscani es un hombre que vive de la imagen y la publicidad, con campañas tan impactantes y mediáticas como las que montaba para Benetton.

¿Se acuerdan? No le tembló la mano a la hora de fotografiar a un enfermo de sida agonizante, el beso en los labios de un cura y una monja (ambos eran modelos), el uniforme ensangrentado de un soldado bosnio... No se conformaba con estampas de jóvenes multicolores ni con el 'buenrollismo' blandito y esponjoso que mejor pega con los jerséis de la marca italiana. A Toscani le gusta la variedad. Odia la ópera y se pirra por las corridas de toros. ¡Un milanés empeñado en romper moldes!

Ayer estuvo en Alcalá de Henares, como 'conferenciante-estrella' del Campus PhotoEspaña, pero antes de coger el avión tuvo tiempo de charlar telefónicamente con V desde Estrasburgo. A salto de mata, rodeado de un equipo de la cadena francesa Arte y «cansado de tantos agasajos». Ya será menos. Quienes le conocen saben que le encanta mantenerse en la brecha. Tiene 69 años y se niega a vivir del pasado.

-Su padre sería una gran influencia al principio, ¿no? Era fotógrafo en el periódico 'Corriere della Sera' y...

No olvidemos que con veintipocos años a Toscani ya se lo rifaban revistas como 'Elle', 'Vogue', 'Lei', 'Harper's Bazaar'... Tenía el pelo largo y adoraba a Bob Dylan. Era un tipo dicharachero, con un inglés macarrónico, que caía bien a todos los que estaban en la pomada. Desde Warhol a Emma Bonino, actual vicepresidenta del Senado italiano y militante histórica del Partido Radical.

En aquel mundillo cogió carrerilla un fotógrafo -«hiperactivo y preocupado por la condición humana»- que no se achanta cuando tiene que colocarse bajo los focos. Más bien lo contrario. Un ejemplo: en 2006 se presentó a las elecciones generales de su país como candidato de la coalición 'La rosa en el puño' (radicales y socialistas). No tuvo éxito pero se divirtió de lo lindo.

Conoce sus límites, pero se empeña en forzar la máquina a tope. Ya con 31 años armó una buena, al diseñar un póster para los vaqueros italianos Jesus que jugaba con una frase de claros ecos bíblicos. No dudó en estampar sobre un trasero femenino, enfundado en unos ajustadísimos 'shorts', un eslogan que rezaba 'Quien me ame, que me siga'. Corrían tiempos revolucionarios, los primeros 70, y el joven milanés quería hacer historia. Y lo consiguió: hasta Pasolini -comunista y cristiano- le aplaudió el golpe de efecto. Según el director de 'El Evangelio según San Mateo', «entre el Jesús del Vaticano y el Jesús de los vaqueros, está claro que ha perdido el del Vaticano».

A estas alturas, no obstante, el exfotógrafo de Benetton prefiere pasar de puntillas por los temas sociopolíticos. Sigue votando a las siglas de Bonino pero ya no le interesa entrar en detalles. Por lo demás, está enfrascado en un proyecto para el Gobierno nicaragüense -encabezado por Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional- y no suelta prenda. Ya saben, no hay que adelantar acontecimientos: regla de oro de un profesional que ha ganado cuatro Leones de Oro en el festival de Cannes y dos Grand Prix d'Affichage. Lleva 46 años en el negocio y mejor no le podía haber ido. Si hasta le sobra tiempo (y dinero) para gestionar su propia marca de vino y aceite de oliva en la región de la Toscana. «Mi trabajo permite ganar y ayudar a ganar un montón de billetes verdes..», ha aireado alegremente en más de una ocasión. Y no hace falta que lo repita.

Casado con una noruega

Su última ocurrencia ha sido confeccionar un calendario con primeros planos de pubis, uno por cada mes del año. Los ha sacado de todos los colores y la empresa de encurtido de pieles que le hizo el encargo se ha quedado con los ojos como platos. Ni se imaginaban lo que tramaba Toscani.

El almanaque se distribuyó junto a la edición italiana de la revista Rolling Stone y ahora colgará de la pared de más de una cocina. El Instituto de Autodisciplina Publicitaria y la ministra de Igualdad, Mara Carfagna, no consiguieron retirarlos del mercado. La jugada le salió redonda, más aún cuando se cae en la cuenta del lema de la firma de curtidores: 'La verdadera piel italiana'. Y conste -insiste- que adora y respeta a las mujeres. Para empezar, las de su familia.

Casado desde 1979 con una exmodelo noruega, Kirsti Toscani, que abandonó su carrera para volcarse en la de Toscani, tiene dos hijas que con 15 y 18 años ya hicieron sus pinitos posando para 'Vogue'. Bebe los vientos por ellas. Y en cuanto a las demás, pierde el seso tanto por las rubias como por las morenas, igual que no tiene preferencias entre el tinto y el rosado. «¡No me cierro en banda a nada! La búsqueda de la belleza es el motor de mi vida. Y en la belleza entra todo... También la tragedia. Pensemos en la Pietà de Miguel Ángel, una madre con su hijo muerto en el regazo...».

Siempre cita al genio de la Capilla Sixtina, una fuerza de la naturaleza que no hincaba la rodilla ante nadie. Si acaso ante el Papa, pero más que nada para seguir haciendo su real voluntad. Salvando las distancias, un poquito como Toscani. Al menos, es lo que se piensa él.

Eso sí, no siempre se ha salido con la suya. El clan Benetton no le rió las gracias cuando fotografió a presos del corredor de la muerte. El escándalo fue mayúsculo entre los defensores de la pena capital y la empresa Sears -850 grandes almacenes a lo largo y ancho de EE UU- rompió lazos con la multinacional italiana. ¡Aquello era intolerable para Benetton! No era de recibo perder una millonada.

Oliviero Toscani se tuvo que marchar. Por la puerta grande. Cómo no.