El Puerto se convirtió en testigo de los emocionantes reencuentros entre familiares y miembros de la tripulación del velero. :: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

El final de la travesía más corta

La llegada oficial al Puerto de la ciudad regaló escenas de reencuentros familiares cargados de emociónEl Elcano culmina en Cádiz uno de sus cruceros de instrucción de mayor brevedad

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Cuatro nuevas torres miradores jalonaron el 'skyline' gaditano durante la mañana de ayer. Avanzaban lentas, ingrávidas sobre la bahía gaditana, escenificando el pacto de sangre de Cádiz con el mar. Una unión en la que no faltó ni uno solo de los elementos: el muelle repleto de familias, el recuerdo imborrable de la Galeona y el propio protagonista, el Buque Escuela Juan Sebastián Elcano. Al mediodía de ayer todos estas piezas encajaron para vivir la llegada del impresionante velero de su LXXXII crucero de instrucción. Un viaje de cuatro meses por puertos europeos que trajo importantes cambios a la tradicional cita con el Elcano.

El encuentro con la ciudad se produjo en el primer domingo de mayo en lugar de julio, como suele ser habitual (por la necesidad de realizar obras de calado en el buque). Ayer, además Cádiz sí se convirtió en el final oficial del crucero de instrucción (en lugar de Marín). Lo que hizo que en el muelle se congregaran familiares de todos los puntos de España de los 52 guardias marinas que completaban su cuarto año de formación en la Escuela Naval Militar y demás miembros que componían la tripulación.

Los primeros síntomas de nerviosismo se vivieron al ver aparecer en el horizonte del Puerto la arboladura del Elcano con sus 20 velas recogidas. La banda música de la Armada comenzaba a interpretar las primeras marchas militares a pie de muelle mientras que el buque realizaba las maniobras de atraque. Mari Carmen Cortes se mostraba inquieta a punto de celebrar el día de la Madre con el encuentro con su hijo, marinero de maniobras. Mientras, la novia comenzaba a desplegar la pancarta dedicada a él: «Un viajero viaja por el mundo buscando lo que necesita y vuelve a casa para encontrarlo».

Y esa casa, escenificada ayer en Cádiz, vibraba con el inminente encuentro y con la escena que se vivía. Mientras que la banda de música del buque devolvía con pasodobles las marchas de la agrupación situada en tierra, el Convento de Santo Domingo repicaba campanas como recibimiento. La casa de la Virgen del Rosario, la Galeona, daba la bienvenida al bergantín-goleta de 1927 mientras que éste se preparaba para rendir los honores necesarios al mando que presidía el acto.

Santiago Bolíbar, como nuevo almirante de la Flota contemplaba la llegada junto al almirante de Acción Marítima, Javier Franco; la Corporación Municipal y el subdelegado de Defensa en Cádiz, Vicente Pablo Ortells. Con la tripulación cumpliendo la orden de cubrir vergas y pasamanos a estribor (situados en las cubiertas, la verga del trinquete y las jarcias) comenzaba el saludo al cañón con 15 salvas lanzadas al aire. Bolíbar subía al Elcano y la tripulación le hacía los honores con los saludos a la voz de «viva España». El acto oficial tocaba a su fin y comenzaba el delirio de reencuentros y abrazos.

Amalgama española

Con la colocación del portalón, la tripulación se lanzaba al muelle para saludar a sus familiares venidos de toda España. Patricia Herrero, guardia marina alicantina, se encontraba emocionada con sus tíos y su prima. «Ha sido un crucero muy bonito, estoy muy contenta. Desde el principio ingresé con la idea de que serían seis meses de crucero de instrucción. Finalmente las circunstancias han hecho que sean cuatro solo, pero han sido muy intensos», explicaba la joven de 23 años.

Una opinión que compartía con otro futuro oficial, el madrileño Carlos García, que fue recibido por sus padres y tíos a pie de buque. Entre abrazos y besos, el joven recordaba lo vivido durante los cuatro meses: «Se ha hecho corto y aunque el trabajo es duro, el tiempo ha acompañado. Además, en las tormentas hemos vivido momentos de emoción». En su memoria, Carlos se lleva momentos «únicos» e imborrables. De esos que «no se pueden explicar».

Más allá de la verja del muelle, Cádiz parecía sentirse tranquila con la llegada de su buque. «Ya está aquí el Elcano», anunciaba en los alrededores de la casa de la Patrona una señora a su acompañante, mientras miraba la bella estampa del buque amarrado en el Puerto. El Juan Sebastián Elcano regresaba a casa. En la memoria colectiva también quedaba grabado para siempre otro reencuentro emocionante, de esos que tampoco se pueden explicar con palabras.