CÁDIZ

LA SÁTIRA EN 1812

PROFESOR DE LA UCA Actualizado: Guardar
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Así comienza el Diccionario crítico-burlesco (1811) escrito por Bartolomé José Gallardo, que pasó a la historia por ser el bibliotecario de las Cortes de Cádiz: «Los duelos y quebrantos que la patria padece deben de antojárseles flores y perlas a ciertos santos varones que, enseñados a recetar en carnes ajenas sendos y crudos azotes a salvo de las suyas, nunca piensan que cruje bastante recio el azote de la desdicha. Rayos del cielo ven ellos serenos caer; y si los conjuran, no es sino porque no caigan en su tejado; pues aunque el mundo todo se abrase, nada les duele mientras no les anda el fuego a quemarropa, o prende a su pegujar. Con este género de indolencia hacia las ajenas cuitas, que los hace sordos a los ayes de la humanidad, no sé decir bien si por pique o mero floreo nos han tratado de meter en casa la guerra teologal, más ominosa y mortífera aún que la napoleónica, que el tifus icteroides, y que todas las plagas juntas de Faraón.

Pero sea cual fuere la causa, del efecto no hay dudar: la guerra tronó. Días ha ya que mi corazón présago y leal me lo pronosticaba. Siempre me temí que desplumados los aguiluchos de Pirene, tendríamos por lo menos que ponernos careta, cuando no andar a tiros contra la negra banda de los cuervos, que había de pugnar por sacar los ojos a los que ven claro, para tener el orbe a media luz, o dejarle a buenas noches. La lucha de la luz y las tinieblas había de renacer: lucha terrible y porfiada que apenas deja tal cual respiro a las naciones, y que empezó con el mundo y con él acabará». Un buen ejemplo del dardo envenenado de la palabra, el chiste y la sátira en aquella época.