MILENIO

DICHARACHERO Y SUFRIDOR

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Para estar en política hay que estar concebido con una pasta especial. Tenemos el caso del dicharachero Rajoy, del que se desconoce la mínima crítica de la labor de sus correligionarios valencianos en el llamado 'caso Gürtel', un pantanoso y deslizante escándalo de corrupción política que pilla al PP valenciano por detrás, por delante y de arriba abajo. Pero como líder de la marca política que representa y administra, hace muy bien el ya citado funcionario Rajoy en no entrar con el aspirador en las dependencias del escándalo.

Sin embargo, y como era obligado, el paciente Rajoy y su cohorte parlamentaria son duros y determinantes criticando el 'affaire' del PSOE andaluz en la cuestión de los ERE y cuestionando su equidad y capacidad de gobierno. Quizás el mayor escándalo de la vida política andaluza desde el establecimiento de la diosa democracia, y ahí hay que incluir no solo a los burócratas destacados del centro derecha político, como el probado sufridor Rajoy, sino también a los altos cargos socialistas reacios a mencionar el 'apaño' de los ERE y sus abundantes 'terminales' relacionadas, hay que insistir, con la picaresca más tradicional y costumbrista.

Por lo tanto, ambas organizaciones políticas tienen espacios opacos que ignorar y sombras alargadas que ocultar. Ahora bien, ante el caso andaluz estamos frente a una evidente pincelada de la más curtida picaresca. Ejemplo total: personajes indignos de la Administración inscriben a un intruso en un ERE con la fecha del desempleo de su nacimiento, mientras que, con respecto a los populares, hijos de las buenas costumbres, practicantes del buen gobierno y tolerantes ante la codicia y el desorden de los apetitos mundanos, todo ello en el plano de lo convencional, se llevan por delante un código completo del justo gobierno solidario y social. En estos tiempos es complicado distinguir entre ciudadanos ejemplares y los mandatarios públicos discretos y espartanos.

Todo ello se alborota y agiganta en tiempos revueltos y pasiones desenfrenadas. Aquí y en Crimea. Se lo oí decir a un pastor de La Mancha cuando todavía existía el llamado servicio militar: «En estos tiempos es difícil encontrar una higuera con sus frutos en sazón». Pues, ¿qué diría ahora, si viviera aún el pastor, de los bandazos políticos? Se iría de taquillero con el Teatro Chino de Manolita Chen. Conocería mundo, comería caliente a diario y posiblemente votaría menos que un nigeriano.