Editorial

Críticas a la acción en Libia

La coalición aliada debe procurar la máxima cohesión y precisar con claridad su objetivo

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Mientras la coalición ha lanzado una segunda oleada de ataques aéreos sobre blancos libios bien escogidos y Bengasi, la capital de la rebelión, ya está libre de amenazas, el contexto político, diplomático y de opinión pública se ha complicado considerablemente. Se registran cambios, matizaciones, críticas, y contradicciones en tal cantidad que se ha extendido una cierta y poco deseable impresión de desorden y descoordinación en el campo aliado. Tan es así que rusos, chinos e indios, por citar solo ejemplos de peso, están siendo muy severos con la aplicación de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que avaló la intervención y que ellos no vetaron, optando por una abstención fácil que preservaba todas las posibilidades de juicio. No hay pruebas solventes de que las primeras acciones aéreas hayan provocado una matanza de civiles y el régimen libio ha sido incapaz de proveerlas, de modo que los bombardeos parecen haberse limitado a destruir equipo militar y equilibrar así el combate en favor de los rebeldes. Washington, con una contundente rapidez, hizo saber ayer que el bombardeo sobre un recinto oficial en Trípoli no fue un intento de matar al coronel Gadafi porque tal cosa no está cubierta por la resolución de la ONU. Que esté a cargo de la misión una coalición de países con opiniones y visiones propias y que, además, incluye un componente árabe, políticamente vital pero aún más falto de cohesión, complica mucho las cosas. Lo único claro a día de hoy, por la puntualización norteamericana, es que, contra el precedente iraquí, no hay aquí una estrategia de 'cambio de régimen' y que la buscada protección de los civiles es parte de un eventual escenario de desenlace político alcanzado por los actores locales sobre el terreno. Este desiderátum tampoco es fácil de lograr y salvo que la coalición se cohesione bien y su dirección política, multinacional y bajo bandera de la ONU, describa con claridad objetivos, medios y plazos, son de temer más complicaciones que solo aprovecharán el detestable régimen de Muamar Gadafi.