MUNDO

EL REGRESO DE NOSFERATU

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Gadafi vuelve a ser otro. En su última aparición regresa como Drácula, radiante su rostro insustancial, como si realmente le hubiese hecho efecto la última transfusión de sangre de los suyos. Gadafi busca ya su rehabilitación como un resucitado. Lo consiguió una vez después del atentado de Lockerbie, cuando la comunidad internacional le perdonó sus deudas a cambio de petróleo. Y contra estos personajes es difícil luchar.

No obstante, aumenta la presión internacional para acordar medidas que ayuden a la oposición y pongan cerco a los bienes del dictador. La inoperancia de Naciones Unidas le ha servido para reconquistar y consolidar posiciones. Decía mi inolvidado profesor de Relaciones Internacionales Gómez Antón que la ONU estaba para que los países se agarraran de las solapas y no llegaran a las manos. La realidad se empeñó en contrariar su espíritu romántico. En verdad, no está para nada.

Los ministros de Defensa de la OTAN debaten hoy sobre las medidas a tomar, pero están atados de pies y manos. Una intervención carecería de cobertura legal, y buscan un apoyo internacional imposible. Todos conocemos su pésima puntería en Afganistán, especializada en el error colateral y en el exterminio de bodas y bautizos.

Los países más 'animados', tienen cubierto su cupo de guerras o, como Reino Unido, la crisis ha reducido hasta en un tercio su potencial militar. Habría que hacerse la pregunta que 'The Washington Post' plantea a los partidarios de la intervención: «El mundo estaría mejor sin Gadafi, pero ¿desde cuándo eso constituye un interés vital para EE UU?». Hace un mes nadie lo pensaba. Decía Cicerón que prudencia es saber distinguir las cosas deseables de las que conviene evitar.

Gadafi está cada vez más solo. Pero también más confiado. La Casa Blanca ha iniciado contactos con los rebeldes, a los que no da ninguna esperanza. El régimen está parapetado en Trípoli para temer por su suerte. A sus mercenarios africanos no les tiembla el pulso y las fuerzas leales tienen demasiado que perder. La insurgencia carece de liderazgo y su armamento no está a la altura del de Gadafi. Su fuerza estriba en el alzamiento civil, pero se está desinflando.

Cincuenta tanques entraron en Zauiya y abrieron fuego. Y aunque nadie pueda confirmar que la ciudad ha caído, un residente hablaba de carnicería y destrucción. «Se ha convertido en polvo». Junto a Ras Lanuf, ciudades que hicieron pensar que el régimen caería y que permiten al tirano animarse a desplegar sus fuerzas hacia el este.