Editorial

El polvorín egipcio

El Ejército podría favorecer una salida pactada ante una revuelta que crece

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El régimen autoritario egipcio, contra las cuerdas en el registro económico y social y en plena crisis de legitimidad por sus carencias democráticas, hace frente ahora, además, a un principio de revuelta popular que en los últimos días tiende a ampliarse y difícilmente será contenido sin más. El Gobierno, perfectamente informado, sabe mejor que nadie que el polvorín sobre el que ejerce su autoridad puede estallar de un momento a otro y crear una crisis de dimensiones incalculables. El régimen, y en primer lugar su jefe, el presidente Hosni Mubarak, un general octogenario que ocupa el cargo desde hace casi treinta años a base de intimidación y fraude, podrían, en cambio, recordar a Maquiavelo, hacer de la necesidad, virtud y asumir que un tiempo nuevo, enteramente distinto y novedoso incluso en los procedimientos de la protesta, globalmente seguido al minuto, ha llegado. Y lo ha hecho, como la gozosa epidemia democrática en el Este de Europa y en Iberoamérica, para quedarse. No sería imposible del todo que si desde el poder se anunciara la puesta en marcha de un genuino proceso de transición democrática el proceso pudiera ser todavía encauzado. Para eso Mubarak debería hacer saber ya que no se presentará, ni intentará imponer a su hijo Gamal como su sucesor y que elecciones parlamentarias anticipadas tendrán lugar en seguida con todas las garantías Y, sin perder un minuto, cancelar el estado de excepción que, justificado por el asesinato del presidente Sadat en 1981, ahí sigue, innecesario, salvo para ahogar las libertades. Todo esto es posible, pero desgraciadamente improbable. El presidente Sadat no vaciló en recurrir a los tanques para liquidar, al horrible precio de ochocientos muertos, la 'revuelta del pan' en 1977. No es seguro, por fortuna, que el Ejército esté dispuesto ahora a repetir el atropello e incluso se asume que no favorece la presunta sucesión hereditaria. Su papel discreto, pero influyente, podría favorecer una salida pactada y pacífica. No es tarde y la diestra clase política egipcia podría llevarla a cabo con realismo y altura de miras. ¿Estará de acuerdo Hosni Mubarak o cometerá el último y peor de sus errores?