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LLORA OSÍAS EL OSITO

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Quiero cuentos, historietas y novelas, / pero no las que andan a motor. / Yo las quiero de la mano de una abuela, / que me las lea en camisón». Son versos de una de las canciones infantiles de María Elena Walsh: Osías el Osito en el Bazar. Los desgranó Osías Stutman en un recital ofrecido por la Revista Atlántica de Poesía en Cádiz. Recuerdo que durante nuestro agradable almuerzo en el viejo Achuri, el poeta que estuvo propuesto al Novel de Medicina por sus investigaciones sobre inmunología en la Cornell University de New York, me habló de su gran amistad con la Walsh, hasta el punto de que el nombre del osito no fue sino artimaña para dedicarle la canción.

El pasado 10 de enero falleció María Elena Walsh a la edad de 80 años en su Buenos Aires natal, a la cual había dedicado canciones tan bellas como el Vals Municipal: «Es un chico que piensa en inglés / y una vieja nostalgia en gallego. / Es el tiempo perdido en cafés / y es memoria en la plaza Dorrego». El conocido diario porteño 'La Nación' rotulaba en su primera página: «La despedida también se hizo canción». Con voz entrecortada y ojos húmedos la multitud entonaba esas melodías que acompañaron los años cándidos de tanta gente, tales como: La Vaca Estudiosa, El Brujito de Bululú o la Chacarera de los Gatos.

A la Walsh se la conoce más por sus canciones infantiles, que popularizó en España Rosa León, pese a la belleza de sus otros poemas cantados: la poesía siempre recuerda que al principio fue canto. Muchos conocerán su entrañable Endecha Española cuyos últimos versos dicen: «Ay gaviota, San Fernando de Cádiz, deslumbradora. / Te espero como blanca proa». María Elena Walsh ha sido un mito para la literatura argentina y de su pérdida se han hecho eco rotativos de todo el mundo. El Mercurio chileno destacaba su crítica contra la dictadura militar que ella expuso en 'Desaventuras en el País de los Cuentos'.

Como al Osito Osías también a mí me invade de melancolía la desaparición de María Elena Walsh pues para mis hijos la Tortuga Manuelita era como un mantra. Con ellos comparto estas añoranzas seguro de que enseñarán a mis nietas El Reino del Revés, tal como yo se la enseñé a ellos: «Me dijeron que en el Reino del Revés / nada el pájaro y vuela el pez. /Que un ladrón es vigilante y el otro es juez / y que dos y dos son tres».