González-Gordillo trabaja desde su casa en los últimos resultados obtenidos a bordo. :: O. CHAMORRO
CIENCIA

El océano desvela sus tesoros

Los científicos han hallado organismos de capas superficiales a 4.000 metros de profundidad ¿Alguna teoría?Recién desembarcado del Hespérides, el biólogo de la UCA Nacho González-Gordillo, adelanta algunos de los primeros resultados de la Expedición Malaspina

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Los retos y los objetivos han cambiado en los más de dos siglos que separan la primera expedición de Alejandro Malaspina y la que ahora ha impulsado el Ministerio de Ciencia e Innovación a través del CSIC. En el siglo XVIII los marinos e investigadores que viajaban a bordo de las fragatas Descubierta y Atrevida buscaban documentar nuevas especies, explorar territorios vírgenes y cartografiar las costas cercanas a las colonias españolas. Ahora, los tripulantes y científicos del Hespérides surcan los mares con otra pretensión: descubrir las claves que explican el cambio climático, una de las grandes amenazas del planeta, y explorar el océano profundo, el mayor ecosistema de la Tierra y el menos conocido.

No obstante, pese a que las motivaciones no sean las mismas, el espíritu aventurero y las ansias de conocimiento sí que lo son. Y los obstáculos a esquivar por el camino también: los temporales, la incertidumbre, los infortunios... Si la empresa que Malaspina comenzó en 1789 se convirtió en una gesta épica, la de ahora tiene visos de convertirse en otro hito histórico y científico.

La primera etapa de este último viaje, que arrancó en el puerto de Cádiz el 15 de diciembre, ya da para llenar varios cuadernos de bitácora. Si no, qué se lo pregunten a uno de los investigadores, el gaditano Ignacio González-Gordillo, recién desembarcado del buque de la Armada, que ya tiene material de sobra para continuar con las investigaciones desde su despacho en la UCA. Nacho es uno de los 400 científicos que participan en la Expedición Malaspina 2010, que se relevan a lo largo de la travesía. Él acaba de llegar de Río de Janeiro, donde el 13 de enero terminaba la primera parte de la circunnavegación. Ahora su compañero del Grupo de Ecología de la Universidad, Fidel Echevarría, va rumbo a Ciudad del Cabo. Las siguientes paradas serán Perth, Sidney, Auckland, Honolulu, Panamá y Cartagena de Indias para terminar atracando en Cartagena el 14 de julio.

Primeros descubrimientos

Nacho se afana en ordenar toda la documentación recabada durante este último mes, en el que ha habido hallazgos inesperados a cuatro mil metros de profundidad. «Hemos encontrado organismos fotosintéticos que viven en la capa más superficial, iluminada por el sol, en zonas muy profundas, donde no nos esperábamos verlos», apunta. «Ahora tenemos que plantearnos varias hipótesis: puede ser que se hayan hundido, pero en ese caso las células estarían casi muertas, y no es así. También podría ser que una corriente oceánica los haya empujado hacia abajo». El biólogo reconoce que al principio de tomar la primera muestra de estos microorganismos creían que era un error, limpiaron el instrumental, revisaron el dispositivo y repitieron la operación, pero la muestra era buena, no estaba contaminada. Una explicación plausible podría ser que «estos seres crean unas reservas a modo de quistes y aunque se hundan puedan sobrevivir hasta que encuentren condiciones más favorables, más nutrientes».

Además de estos «bichos», las primeras muestras realizadas gracias al invento patentado por la UCA, que mejora el tradicional sistema de botellas oceanográficas, han recogido otros seres microscópicos como medusas, larvas de calamar, moluscos, etc... «Por ahora, sabemos a qué especies pertenecen, pero hay que estudiarlos para identificarlos y saber si están ya descritos o no», por lo que existen altas posibilidades de que se descubran nuevos seres vivos, desconocidos hasta el momento. Todo son retos y pulsos a la investigación y el conocimiento. Hacer ciencia, en definitiva. «En el oceáno profundo ocurre como en el Amazonas, donde hay tal carencia de nutrientes, que estos desaparecen rapidísimo».

Todas las muestras que se tomen a lo largo de la Expedición Malaspina serán custodiadas por la Universidad de Cádiz durante 30 años. «Será un banco de muestras. Algunas se prestarán a los investigadores y otras sólo podrán estudiarse desde nuestro laboratorio», apunta Nacho sobre esta gran responsabilidad. «Son muy valiosas, así que ya está preparado el espacio y todas las medidas de seguridad». La UCA también ha diseñado las etiquetas que irán adheridas a las muestras. «Incluso van a editar un sello de la Expedición Malaspina en el que se ve», afirma Nacho con orgullo, mientras enseña algunas muestras de agua que ha tomado durante la travesía a casi 4.000 metros de profundidad, un obsequio para algunos compañeros. No todo el mundo puede decir que tiene sobre la estantería agua del Atlántico Sur del oceáno profundo. Eso sí, en apariencia es como la que suele salir del grifo, no obstante, no deja de ser un gesto romántico.

De todas formas, no todo fueron alegrías durante la primera parte de la circunnavegación, ya que cuando el Hespérides se aproximaba a Madeira no pudo evitar un temporal de olas de cuatro metros. «Fue increíble, el agua alcanzaba hasta el puesto de mandos», recuerda González-Gordillo, mientras enseña la prueba, un vídeo en el que el contramaestre se acerca a la proa en busca del ancla y es sepultado por una enorme masa de agua salada. Afortunadamente, no pasó nada, pero las sacudidas eran tremendas. Ahora, todo es una anécdota divertida. También lo es la broma que Nacho y otros compañeros gastaron a parte de la tripulación el 28 de diciembre. Una inocentada con la que hicieron creer a los camaradas que la roseta oceanográfica, patentada por la UCA y probada por vez primera en la expedición, se había descolgado y hundido mar adentro. «Fuimos a los camarotes antes de que amaneciera y despertamos a todo el mundo diciéndoles que la roseta se había caído y cuando llegaron a cubierta nos encontraron con una caña intentando pescarla. Las caras no tenían precio».

Relevo en la aventura

Ahora es su compañero Fidel Echevarría el que tiene que vivir esta experiencia única. Y es que no todos los científicos tienen la oportunidad de disfrutar en primera persona de algo así y ser protagonista de la mayor expedición científica de la historia de España. Malaspina 2010 es un salto hacia adelante en la excelencia, significa colocar el país al mismo nivel que las grandes potencias mundiales en esta materia. Contribuir al conocimiento, al desarrollo y a la evolución de las civilizaciones. Sin olvidar la magia y la aventura de emprender una gran aventura épica, un viaje emocionante no exento de riesgos.