ESPAÑA

Un jefe pragmático

Cuando presidió el Poder Judicial citó en su despacho a Aznar y González para exigirles la renovación del gobierno de los jueces Hábil, meticuloso y convencido progresista, Pascual Sala quiere llevar al Constitucional su estilo tranquilo y práctico

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En la jerga futbolera, el revulsivo es el jugador que surge por sorpresa para aclarar el juego, para desenmarañar con ahínco la tupida red tejida por el rival. Abre vías de pase, acelera el juego, hasta encontrar el camino de la victoria. Lo hace con habilidad y firmeza. Convencido de que su aparición actúa como salvavidas del equipo.

Pese a que el futbol no es una de sus pasiones, la carrera judicial de Pascual Sala (Valencia, 1935) tiene mucho de jugador clarividente, desatascador. Pero con una salvedad: su campo de batalla no tiene césped ni porterías, sino que se disputa en un terreno árido y sujeto al manoseo de la clase política.

Sala lo vivió en sus carnes cuando presidió el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo durante el declive del 'felipismo'. Y ahora se prepara para lidiar con el miura desde la presidencia del Constitucional, que tiene pendientes asuntos tan candentes como el recurso de inconstitucionalidad del PP contra las leyes del aborto y del matrimonio homosexual, la 'doctrina Parot' o el veto a los toros del Parlamento catalán.

Su método de trabajo reúne firmeza, discreción y diálogo. Hasta el extremo de ser, en ocasiones, «demasiado» meticuloso, según reconocen sus allegados. Unas facultades que exprime hasta la cáscara para lograr sus objetivos: evitar por todos los medios la crispación, siempre en beneficio del órgano judicial al que pertenece. De ahí su valorada fidelidad institucional.

Uno de esos episodios que moldearon su figura tuvo lugar en marzo de 1996. Días después de que José María Aznar fuera nombrado presidente, Sala decidió coger el toro por los cuernos. El gobierno de los jueces que él presidía llevaba cuatro meses de interinidad por los intereses cruzados entre PP y PSOE. La situación era «insostenible», recuerda el magistrado emérito del Supremo Ignacio Sierra, vocal de aquel Consejo.

Sala citó en su despacho a todos los líderes políticos del momento para acometer de una vez la renovación. Por allí pasaron Aznar, González, Anguita, Anasagasti y Molins. A todos les hice saber la gravedad del asunto y su responsabilidad con el Poder Judicial. Sobre todo a los partidos mayoritarios. De forma paralela, el estallido del 'caso Estevill' (la expulsión del vocal Luis Pascual Estevill, condenado por los delitos de prevaricación y detención ilegal) provocó la dimisión en cadena de seis vocales (entre ellos Sierra) y dejó sin quórum a la institución, que quedó paralizada.

Paradójicamente, la patata caliente del 'caso Estevill' reforzó el mensaje de Sala y apremió a los partidos a acometer la ansiada renovación, que llegó en junio de 1996, tras nueve meses de interinidad. En aquel convulso Consejo (1990-1996) Sala compartió el mandato con caras conocidas como Juan Alberto Belloch, María Teresa Fernández de la Vega o el ex juez Javier Gómez de Liaño.

Primera piedra

Sala se fue 'quemado' del Poder Judicial tras sufrir en sus carnes las batallas partidistas por la Justicia. Una experiencia que no fue en balde, ya que el trabajo soterrado del magistrado dejó el campo libre de minas para que los partidos políticos llegasen a un rápido acuerdo sobre los nombres del nuevo Consejo (1996-2001), presidido por el jurista Javier Delgado. «A nadie sorprendió que este haya sido el mejor Consejo de todos. Y Pascual Sala, indirectamente, puso la primera piedra», recuerdan desde fuentes jurídicas.

Aquellos años y otros controvertidos episodios en los que intervino el nuevo presidente del Constitucional: los casos del GAL, los papeles del CESID, Filesa o el informe fiscalizador de Rumasa cuando presidió el Tribunal de Cuentas, a finales de los ochenta, le pusieron en la picota mediática pese a ser poco amigo de los focos.

Tampoco lleva mal que le llamen progresista. Quizá porque porta con orgullo su activo pasado como miembro de Justicia Democrática, la asociación clandestina de jueces y fiscales que luchó eficazmente, desde dentro del sistema, contra la dictadura, y que fue autodisuelta tras la aprobación de la Constitución.

Casado y con dos hijos, amante de la música clásica y de los toros, Sala llegó al Constitucional en 2004 procedente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. Fue propuesto por el Consejo General del Poder Judicial, que reconocía su prestigio en la carrera judicial (sus publicaciones sobre asuntos administrativos son de obligada referencia en las facultades de Derecho, así como su valorada experiencia en temas fiscales).

En este periodo en el Constitucional ha defendido las tesis progresistas en el rechazo del recurso del PP contra el 'Plan Ibarretxe' o la paralización de la ley del matrimonio homosexual cuando fue aprobada por el Gobierno. Además, rechazó 200 peticiones de jueces y magistrados contra la aplicación de ley de violencia de género y apoyó la norma que regula los derechos y deberes de los extranjeros. Asimismo, respaldó la absolución de 'Los Albertos' por el 'caso Urbanor' porque los delitos habían prescrito.

Con el 'Estatut', en cambio, padeció en segundo plano la forma de gestionar la deliberación del recurso del PP, que se extendió durante cuatro tensos años. «No es partidario de los encuentros de despacho. Lo suyo es la técnica clásica: ponencia, deliberación y votación, y el magistrado que disienta que acuda al voto particular. Sin más dilaciones», señala un magistrado cercano a Sala.

Así, aligerando los tiempos de respuesta de todos los asuntos, el flamante presidente buscará cambiar la decadente imagen del máximo intérprete de la Carta Magna. Otra tarea pendiente será la renovación de los cuatro miembros propuestas por el Parlamento, que vician la situación del tribunal. ¿Podrá convencer a los partidos políticos para que lleguen a un consenso? Sus allegados creen que sí.