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El huevo de la serpiente

Pudieron asesinarlo, y el caso delata un clima de violencia política por incómodo que resulte aceptarlo

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La tentación de mirar hacia otro lado ante el atentado de Murcia sería un error. Aunque sin disparos, al consejero pudieron asesinarlo. Y el caso delata un clima de violencia política por incómodo que resulte aceptarlo. Tal vez abra los ojos a los bienpensantes que suelen restar todo dramatismo a la retórica de la confrontación, creyendo que la agresividad entre las 'dos-españas' quedó cerrada en la Transición bajo siete llaves como el sepulcro del Cid. No es así, y las malas noticias de Murcia no han acabado: casi tan inquietante como la agresión es la reacción. Lejos de ver aquí una oportunidad para templar, reflexionando sobre la dialéctica política de trinchera, esto ya es otra nueva coartada para alimentar esa espiral culpándose desde la izquierda y la derecha por la confrontación. Nada de regeneracionismo; más madera.

Este clima político es el resultado de una década de violencia verbal, desde la guerra de Irak, con desmanes bárbaros contra el PP, hasta la legislatura del 11-M, con la percusión sistemática de insultos contra el PSOE retratada por Maravall en 'La confrontación política'. De esos polvos, este lodos. El clima se ha deteriorado no hasta el guerracivilismo, pero sí con una intolerancia preocupante. Hay tribunas con un nivel de odio perturbador, y no son tres gatos. Todo parece lejos de la altura de Obama tras el atentado en Tucson: «En tiempos en que nuestro discurso ha pasado a estar así de polarizado, tiempos en que estamos demasiado deseosos de culpar de todos los problemas a quienes discrepan de nosotros, es importante hacer una pausa por un momento y asegurarnos de estar hablando los unos con los otros de una manera conciliadora (.) Lo que no podemos hacer es usar esta tragedia como otra oportunidad para atacarnos unos a otros. Eso no lo podemos hacer. Eso no lo podemos hacer». Aquí no hay duda de poderlo hacer. Es la ventaja de ser un país con un glorioso pasado democrático.

La tesis del presidente de Murcia es delirante: acusar al PSOE porque en definitiva la culpa es de algún izquierdista. La pregunta parece obvia: ¿el PP cargará entonces con las agresiones de skins, neonazis y demás, aceptando que les toca todo lo que haga un derechista? Más vale poner orden a estas imposturas de un nivel intelectual y moral bastante miserable. Pretender una sentencia de culpabilidad antes de esclarecer el caso delata la intencionalidad política del presidente murciano, a poco más de cien días de las elecciones, bordeando el espíritu de Lynch. Nadie debería sentirse al margen de la agresión en Murcia; tampoco la oposición sin escrúpulos en el acoso. Hay distintas formas de incubar el huevo de la serpiente, pero de ese huevo siempre sale una serpiente.