Editorial

La SGAE cambia de imagen

Trata de reconciliarse con la opinión pública tras una trayectoria plagada de errores

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El presidente de la SGAE, Teddy Bautista, sin duda empujado por sus asesores de imagen, compareció en el Foro Nueva Cultura ante un nutrido grupo de periodistas, autores y empresarios para anunciar grandes cambios en sus planteamientos con el fin de reconciliarse con la opinión pública, tarea harto difícil después de una trayectoria plagada de insensibilidades y errores. Casualmente, Bautista ha anunciado su propuesta -el plan SGAE 111@360- al arrancar la semana en que el Senado aprobará o descartará definitivamente la 'ley Sinde'. El plan se plasma en un bien elaborado decálogo que, entre otras cuestiones, asegura el refuerzo de la información y la transparencia de las actuaciones y el sistema de reparto de la SGAE a través de las webs de Internet, de los medios de comunicación tradicionales y de las redes sociales. También la SGAE se compromete a someterse a un mayor escrutinio por parte de entidades como la Agencia de Evaluación de Políticas Públicas (AEVAL), así como a sujetarse al Código de Buenas Prácticas impulsado por el Ministerio de Cultura mediante la creación de la figura de un «defensor del cliente». Además, el organismo adaptará el canon digital a «la nueva doctrina del Tribunal de Luxemburgo», asunto en el que la SGAE se compromete a perseguir solo fraudes masivos y no a individuos concretos. Finalmente, se reforzarán las «labores de educación del consumidor», se ayudará a «los socios a que distribuyan las obras correctamente en Internet» y se ampliarán las actividades de la Fundación Autor. Naturalmente, Bautista aprovechó la ocasión para defender la regulación de Internet, para que «los contenidos culturales no sean el pasto que se echa a las vacas». Asimismo, en su opinión, «es el Estado quien tiene la obligación de enseñar a la ciudadanía a respetar la propiedad intelectual». Es evidente que hemos de lograr una sociedad en que la creación cultural obtenga su adecuada remuneración; sin embargo, la SGAE sigue olvidando que ello ya no puede plantearse según los viejos esquemas: en Internet, no es posible poner puertas al campo, aunque los Estados no tengan más remedio que intentarlo, y el futuro solo se ganará cuando las industrias culturales comprendan la revolucionaria necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos, compitan con las armas que poseen en Internet y se reconcilien con los consumidores de cultura.