EXTERIORES ROBADOS

Azulejos

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En la calle del Rosario una abigarrada compañía se exhibe en una hilera de azulejos en torno al ventanal de lo que fue tienda de antigüedades. Se pregunta el paseante qué lógica los juntó, qué los unifica. Están los majos y majas (a la izquierda), que nos traen a las mientes a Goya y a su siglo, de turbulento fin. Están también los caballeros de casaca y los oficios (el pescador de la izquierda, el criado de arriba, el quincallero abajo a la derecha), que no desdicen de esos tiempos. Pero a la derecha hay otro cazador con las hechuras de los lores del séquito de Nelson, y encima un caballero de chistera y levita que nos despierta el dolor por el malogrado Larra. Y están luego otros tipos orientales: abajo el campesino de anchos gregüescos, cual los que visten los moriscos españoles en sus desventuradas estampas; a la izquierda el camarero de hábito turquesco, que acaso obedece a la moda turca que sustentó Venecia y Wolfang Amadeus. Y, por si fuera poco, hay además algunos, arriba, con figura de guerreros medievales.

¿Quién fue el dibujante ceramista que dio a estas figuras tan airosa apostura? ¿Qué fue del anticuario que las colocó para adorno de la ciudad? Ojalá sobrevivan al vandalismo, pero sobre todo a las reformas sin corazón, esas que han destruido el maravilloso paño de azulejos que hasta hace unas semanas daba solera a nuestra plaza de San Juan de Dios anunciando los taxis de mediados del siglo pasado (Taxis – Cádiz. J. Alcaraz Parrado. Tlfno. 1727). El ánimo del paseante se funde en gratitud hacia todos los que han hecho y hacen de Cádiz un paraíso para paseantes.