Una monja de Santa Rita atiende a una clienta. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Janda

El alfajor reina otra vez por Navidad

Más de un centenar de vecinos de La Janda, la mayoría mujeres, encuentra trabajo durante tres meses gracias a este producto Confiterías de Medina abastecen estos días de dulces a toda la provincia

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Olor a miel, clavo, matalauva y ajonjolí. Es el aroma de Medina Sidonia en Navidad. La boca de los gaditanos se hace agua cada año tras unos mostradores que guardan los secretos de los dulces navideños más reconocidos y valorados de toda la provincia.

El puente de la Constitución vuelve a ser el momento del año en el que esta bella localidad jandeña se llena de amantes de los dulces que quieren volver a llevar a su mesa estos manjares. Sus calles se convierten en un ir y venir de transeúntes que, bolsas en mano, van buscando confitería por confitería los pastelitos que consideran más deliciosos.

El rey de la repostería asidonense sigue siendo el alfajor aunque le siguen muy de cerca los amarguillos y las tortas pardas. El amarguillo es un mazapán con huevo y un ligero toque de almendra amarga. Mientras que la torta parda presenta una forma de canastilla a la inversa y consiste en una masa abizcochada de almendra, rellena de cabello de ángel. Además, se elaboran otros productos como los mantecados, los huesos de santo, el pastel de gloria o el pan de Cádiz, entre otras variedades.

El alfajor es un dulce de orígen árabe, de la zona de Marruecos, que se instaló en la provincia y que, curiosamente, desapareció de su cultura. En principio se comenzó a elaborar para los trabajadores del campo y se tomaba como si fueran barritas energéticas para recibir un aporte importante de vitaminas y energía. En Medina se elaboran desde hace más de medio millar de años y se presenta en formato individual, son habituales los de 500 gramos aunque existe la posibilidad de hacerlos del tamaño que quiera el consumidor.

El rey de la repostería asidonense se elabora mediante un proceso que respeta técnicas tradicionales y está compuesto por miel pura de abeja, almendras, avellanas, pan rallado y especias, como cilantro, clavo, matalauva, ajonjolí y canela. Posee un color tostado al corte, con un aroma ligeramente especiado y un sabor que recuerda a frutos secos y miel. Su gran arraigo en la zona lo ha convertido en el primer dulce de Andalucía que tiene Indicación Geográfica Protegida (IGP), por lo que se controla minuciosamente su calidad.

El secreto de los dulces típicos de Medina lo guardan actualmente los cuatro productores que los elaboran. Se trata de Sobrinas de las Trejas, desde 1852; Aromas de Medina, desde 1980; y Nuestra Señora de la Paz, desde 1949, aunque todos cuentan con una larga tradición familiar anterior a la creación de las empresas. Además, las monjas del convento de San Cristóbal y Santa Rita también elaboran exquisiteces que ponen a la venta y que cuentan con un público muy fiel.

El saber hacer de estos reposteros es el que ha convertido a esta localidad en la reina del dulce en Cádiz y una de las más importantes de Andalucía. Su secreto, hacer que aunque las maquinas lleguen a la producción, por exigencias sanitarias, «el sabor se lo den las manos del que lo elaboran», destaca una de las propietarias de Sobrinas de las Trejas, Pepa Mesa.

Temporada alta

El puente de La Inmaculada es el momento clave para la venta de los productos navideños de Medina, tal y como reconoce José Joaquín Barrios, propietario de Aromas de Medina, una empresa familiar que se ha convertido en la principal productora de la localidad. «Nosotros vendemos durante la Navidad el 70% de toda la producción anual», detaca Barrios.

En las colas se agolpaban ayer vecinos de toda la provincia. Alberto Jiménez destacaba: «cada año vengo, en familia, desde Puerto Real para poder degustar en Navidad estas delicias, algo que ya se hacía en casa de mis padres y que sigo haciendo yo en la mía». Además, tampoco eran pocos los visitantes de la provincia, de Sevilla, Valencia o Ceuta, entre otros lugares, los que aprovechaban su estancia en Cádiz para aprovisionarse de alfajores o amarguillos al tiempo que daban cuenta de las ventas que hay en la zona.