Pasadizo en Sagasta, 79. :: LA VOZ
EXTERIORES ROBADOS

PASADIZOS

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El caserío de Cádiz está atravesado por incontables pasadizos. Es indecible el placer que causa al paseante la perspectiva de adentrarse por un pasadizo ignorado, para desvelar el secreto que oculta: acaso un patio de losas de piedra y brocal, acaso un corral invadido por plantas montaraces, acaso un jardín mimado por manos felices.

Con frecuencia, en los espacios por los que circulan estos corredores concurren el deterioro y la amplitud, circunstancias que atraen la codicia que es la antesala de su derribo. Una forma de asegurar su dignificación y pervivencia vendría de la declaración de Cádiz como Patrimonio de la Humanidad, de la que mucho se habla y nada se hace. Hace casi tres años el catedrático de la Complutense Fernández Pérez-Lila expresaba su convencimiento de que Cádiz reúne requisitos de sobra para aspirar a ello (LA VOZ, 21/04/2007): un casco histórico homogéneo, una historia sin parangón, desde su remota fundación fenicia a su referencia americana que culmina en la Constitución de 1812. ¿Va a presentarse para la declaración de la Unesco una oportunidad mejor que el Bicentenario, con sus fondos presupuestarios y su proyección universal?

Hoy, a las puertas ya del Doce, el proceso no se ha iniciado; antes bien, el Ayuntamiento reclama estos días la declaración como Patrimonio de la Humanidad de la propia Constitución de 1812, un patrimonio que no sufre amenazas. ¿No sería más lógico pedirla para la ciudad que la hizo posible, con sus patios barrocos, sus macizos portones, sus rejas centenarias, y también sus misteriosos pasadizos?

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