EL TRANVÍA

DIVISIÓN Y CRISPACIÓN

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Creo, sinceramente, que habrá un antes y un después de la visita de Griñán este pasado miércoles. Desconozco si para bien o para mal, pero sí sirvió para poner de manifiesto varias cuestiones, alguna de ellas realmente preocupantes. Me refiero a la fractura social y política que parece haberse instalado en Jerez, una situación que está llevando a una crispación que en nada beneficia a una ciudad y un ayuntamiento con los numerosos problemas que tienen actualmente.

La escena era penosa. Algo menos de un centenar de personas agolpadas a las puertas del Consistorio con motivo de la presencia del presidente de la Junta y secretario general del PSOE andaluz. Los que iban a montar jaleo suponían una mayoría más que considerable, las cosas como son. Eran básicamente trabajadores de la Agencia Andaluz del Agua y parados que, eso sí, no forman parte del colectivo oficial de desempleados que se ha creado en Jerez. Estaban allí para abuchear a la alcaldesa Pilar Sánchez y a José Antonio Griñán, cada grupo por motivos diferentes. En un extremo, unos cuantos defensores de la primera edil, básicamente gente de partido que se destaca desde hace tiempo por ese posicionamiento frente a los críticos, incluidos los que hay dentro del propio PSOE.

Los abucheos pudieron con los aplausos en la llegada del presidente y cuando éste salió de la casa consistorial. Se podrá estar de acuerdo o no con las formas y las proclamas que se gritaron, pero lo cierto es que no fue nada que no se pudiese esperar. Lo grotesco sucedió entre un momento y el otro; es decir, en la hora larga de espera que estuvo la gente fuera hasta que Griñán salió. Sobre todo cuando los defensores de Pilar Sánchez empezaron a gritar «alcaldesa, alcaldesa». Los del bando contrario respondieron en el acto y comenzaron entonces los insultos y los reproches. Unos dirán que reaccionaron a una provocación y otros que si unos gritaban por qué no podían hacerlo ellos también con la misma libertad. Pero no creo que sea ésa la cuestión.

Afortunadamente, la cosa no fue a más. Eso sí, la anécdota pone de manifiesto lo que, como apuntaba anteriormente, está sucediendo en Jerez de un tiempo a esta parte: la sociedad local está fracturada y el ambiente crispado. Los bandos están muy definidos. Están los pilaristas y los antipilaristas. Parece obvio quiénes son mayoría, pero quizá eso a estas alturas sea lo de menos; no en vano, hay unas elecciones municipales a la vuelta de la esquina y, como suele decirse, las mismas pondrán a cada uno en su sitio. La cuestión es que esto no beneficia a nadie, y menos todavía a una sociedad, la jerezana, que lo que precisaría precisamente es entendimiento. O al menos un clima que permita confrontar posturas, debatir, exponer opiniones e ideas... en paz. No defender insultando al otro. Porque ese juego acaba tornándose peligroso. Se germina rencor y deseos de venganza estériles. Lo que menos necesita Jerez son vencedores y vencidos.