Opinion

Cómo concluir una guerra

La evacuación de Irak prefigura una suerte de modelo a seguir para EE UU en Afganistán

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El presidente Obama dijo el jueves, sin mentir, que con la salida de Iraq de las últimas unidades de combate del ejército norteamericano está cumpliendo su promesa electoral de poner fin a la guerra. Y, en términos políticos, por no decir pre electorales, no se le puede exigir que añada que, curiosamente, se trata de la más fácil de sus decisiones: estaba tomada de antemano por la administración precedente y tiene el decisivo triple aval: el del gobierno, el del Capitolio y el de la opinión. Como candidato, el presidente asumió, e hizo lo adecuado, el acuerdo alcanzado por la administración Bush con el gobierno iraquí en diciembre de 2008 y por el cual, el último día de agosto de 2010, es decir, dentro de once días, no habrá en Iraq brigadas de combate y los 50.000 soldados remanentes, que están ya acuartelados hace meses fuera de las ciudades, se quedarán allí hasta el 31 de diciembre de 2011 para entrenar al ejército y la policía iraquíes. Y eso es todo. El relieve dado a la evacuación física de los últimos efectivos, en vías de ejecución final en estos momentos, es, además de un argumento informativo agradecido en verano, una oportunidad electoral para un presidente a la baja en términos de apoyo popular a su gestión y algo más que eso: parece prefigurar una suerte de modelo a seguir en Afganistán, donde está ahora al mando el mismo general, David Petraus, que ideó y llevó a cabo la operación político-militar que permitió dar la vuelta a la situación y, mal que bien, posibilitar un proceso político-institucional de extracción democrática en el que los iraquíes deben conformar su futuro. Esa es otra batalla, pero de la que los Estados Unidos no estarán del todo libres: terminar la guerra no es terminar la misión, y varios miles de civiles, en su mayoría contratados, llegarán al país a las órdenes del Departamento de Estado, que está empezando a asumir, en vez del Pentágono, el peso de la magna operación. Que todo vaya bien, o a peor, lo que no es imposible con el auge de la violencia y el absoluto punto muerto político tras las elecciones de marzo, será lo que cuente a fin de cuentas para valorar si valió la pena la ilegal invasión del país en 2003 y los 4500 muertos y 15.000 heridos que se han traído de allí los norteamericanos.