Triunfador. Manzanares sale a hombros del coso sanluqueño entre vítores. :: LA VOZ
Sociedad

Manzanares sale a hombros tras exponer en un toro y cuajar faena redonda en el otro

Morante, valiente y decido, y Cayetano, dubitativo, obtienen un trofeo de diferente valor

SANLÚCAR. Actualizado: Guardar
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El devenir de la corrida vino marcado por el juego encastado y variado que ofrecieron los seis toros de El Torero. Hubo toros de evidente peligro y mansedumbre, como el primero de la tarde, y otros, como quinto y sexto, que derrocharon nobleza y suavidad en sus embestidas.

El triunfador del festejo resultó Manzanares, que se enfrentó primero a un ejemplar berreón, rebrincado y de corta embestida. El diestro bajó la mano decidido y dibujó derechazos largos y profundos, con una intensidad y carga emotiva tal que inundaron de rotundos olés los tendidos. Imposible el toro por el pitón izquierdo, la faena se plasmó en pasajes tensos y vibrantes en el toreo en redondo. Una oreja obtendría de éste y otras dos de su segundo enemigo, un castaño bociblanco que empujó con fuerza al caballo y que derrochó fijeza y repetición en el último tercero. Cualidades que permitieron a Manzanares cuajar un trasteo macizo a base de tandas de hondos muletazos con la franela por el albero y un alto nivel de plasticidad.

Poca suerte tuvo Morante de La Puebla con su lote. Su primero echaba la cabeza arriba y presentaba un corto viaje. Con gran tranquilidad y relajo el de La Puebla le presenta la muleta con la izquierda y dibuja naturales de muchísimo mérito y elegancia. Toro exigente al que Morante domina con un manejo del engaño pleno de naturalidad y gusto torero. Tras varios cabezazos y desarmes el toro se raja y busca con descaro las tablas. También el cuarto se revolvía con presteza e impedía la debida ligazón. Aun así, a base de exacta colocación, exposición y empeño, Morante consiguió extraer muletazos sueltos de gran enjundia.

El tercero de la suelta acometía con la cara a media altura y muy pronto se orientó. Cayetano, que no le bajó la mano, quedó a merced del animal en algunos momentos y tomó raudo la espada. Tomó una estocada tendida de la que resultó prendido. Se plantó de hinojos para iniciar la faena al sexto, al que el diestro instrumentó múltiples muletazos con ambos pitones pero sin alcanzar cotas de brillantez.