EXTERIORES ROBADOS

UMBRALES

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Entre los incontables gozos que el casco histórico de Cádiz ofrece al paseante, uno de los más imponentes son sin duda los umbrales, los escalones que dan paso a la casapuerta. Fascina la nobleza geológica de sus materiales: la losa de Tarifa, los mármoles de raras tonalidades (acaso de Carrara, acaso de otras reputadas canteras italianas); fascina la rotundidad del material, con frecuencia monolítico, macizo; pero más que nada maravilla la venerable curva del paso del tiempo, esculpida a través de siglos de vidas, que suelen exhibir. Doscientos, trescientos años de Historia nos contemplan cada vez que nos encontramos con un umbral arqueado; y paradójicamente, es esta la razón a menudo de su sustitución, en las reformas constructivas, por baldosas de mármol comercial.

Las administraciones públicas deberían concienciar sobre el valor de esos añejos umbrales; un día fueron la carta de presentación de la casa gaditana, un dispendio asumido por el Cádiz de elevadas miras que levantó este casco sin par. Cabría reclamar una escuela taller que instruyera en devolver su lustre perdido a estas piedras irreemplazables.

En cualquier caso, la destrucción de este patrimonio está en contradicción con la enfática celebración que estamos realizando del año constitucional. Esperemos que las reformas urbanas impulsadas por el Centenario no causen la paradoja de acelerar la destrucción de los elementos urbanos testigos del acontecimiento celebrado.