COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

EL MEJOR ESPECTÁCULO

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No es cierto que los hijos vengan sin manual de instrucciones, porque cada uno ya sabe el papel que le corresponde desde la cuna. Mi hija, sin ir más lejos, ya era mediana antes de que naciera el pequeño, y como tal -con todas sus luces y todas sus sombras- se comportaba. Por eso, cuando llegó Pablo, supimos que nos había nacido el más chico de la casa. Y lo sigue siendo. Con él pusimos los últimos pañales, compramos los últimos biberones y cuando algo se le quedaba pequeño, sabíamos que no merecía la pena guardarlo, porque nunca más habría otro bebé en casa. Así que con este hijo, he vivido todos esos momentos «como si fueran la última vez». Y esa sensación tuve al bautizarlo, cuando le salió el primer diente, al dejar la guardería, al pasarlo a la cama, el primer día de colegio. Cada paso que daba, era una despedida para siempre.

Ayer se graduó, porque ha terminado la Educación Infantil. Le dieron un diploma, que aunque aún no lo sepa, le hará mucha ilusión encontrar -le llevo ventaja en esto de adivinar el futuro- dentro de cinco años en alguna carpeta. Cantaron, como siempre -es lo que tiene ser el tercero- lo del primer adiós, que para mí fue el último. Porque, mientras otras madres pensaban en lo monos que estaban los niños con sus toguitas y sus birretitos, yo sabía que nunca más volvería a escuchar esa canción, que el catálogo de recuerdos infantiles se había acabado. Es parte del precio que tiene la vida, que los hijos crecen.

En la película francesa 'El primer día del resto de tu vida', el padre, poco antes de morir, dice a sus tres hijos «Veros crecer ha sido el mejor espectáculo de mi vida». Eso es lo que más me consuela.