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Colombia examina el legado de seguridad de Uribe

Los votantes deciden entre el continuismo de la mano dura o un giro en el combate a la guerrilla

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Las elecciones de hoy en Colombia son las más cerradas de la historia y representan el fin la era Uribe. Nueve candidatos aspiran a sustituir al líder conservador que durante su mandato ha conseguido acorralar a la guerrilla, el drama que desangraba al país sin dejar casi margen para la esperanza. Previsiblemente, el oficialista Juan Manuel Santos y el iconoclasta Antanas Mockus superarán esta primera vuelta con holgura y llegarán empatados al asalto definitivo del 20 de junio. Gane quien gane entonces, el nuevo mandatario dirigirá un país muy diferente al que recibió Uribe cuando llegó al poder hace ocho años.

Antes del triunfo del presidente conservador, conducir por una carretera colombiana era más que un acto heroico porque suponía caer en manos de cualquier grupo guerrillero, especialmente las FARC. Menos de una década después aquella situación ha caído casi en el olvido, pero también los desmames que se cometieron para garantizar la seguridad. Uribe conseguido salir airoso de asuntos tan espinosos como las escuchas ilegales de los servicios de espionaje contra magistrados, periodistas y defensores de derechos humanos. También le han resbalado las vinculaciones con los paramilitares y la compra del voto de una congresista para que apoyara la reforma constitucional que permitió su reelección en 2006.

El presidente abandona el cargo con la popularidad por encima del 60% y si hubiera podido presentarse a un tercer mandato probablemente hubiera ganado. Su Gobierno se ha caracterizado por la mano dura contra los rebeldes. Logró arrinconar a las FARC, aunque no las liquidó. El abogado conservador sentó en la mesa de negociación al Ejército de Liberación Nacional y se vanaglorió de la reinserción de los paramilitares, muchos de los cuales han vuelto a las andadas pese a los criticados beneficios que obtuvieron por dejar las armas. La mayor seguridad y estabilidad es el legado que recibe Santos. Con ese bagaje, el aspirante oficialista daba por seguro que recogería la banda presidencial de su jefe. Pero calculó mal. El escenario cambió con la remontada de Mockus. Su eslogan es 'Elijamos la legalidad democrática' y sus lemas han calado en el electorado que corea con devoción «la unión hace la fuerza», «recursos públicos, recursos sagrados» y «el fin no justifica los medios». El filósofo y matemático cerró su campaña invocando un «no al miedo». Santos, más pragmático, con un ataque a la yugular: «es tiempo de resultados, no de filosofías». Las encuestas apuntan a que el legado uribista no es suficiente para ganar los comicios.

Contención del gasto

La cita electoral, vigilada por 150.000 miembros de las fuerzas armadas y 11.000 efectivos de empresas de seguridad privada, cuesta la friolera de 7 millones de euros para la primera ronda y otros 3,5 para la segunda. Mockus pidió a quienes vayan a votar por él en junio que lo hagan ahora. Pero no será así. Analistas apuntan las funciones diferentes de las dos rondas. Hoy se confirmará el apoyo real de cada partido. Alejo Vargas, profesor de la Universidad Nacional, afirma que en la segunda vuelta se apreciará la «conformación de alianzas» entre las formaciones. El Partido Social de Unidad Nacional de Santos, el Partido Verde de Mockus y el Partido Conservador Colombiano, encabezado por Noemí Sanín, van a la cabeza. Muchas formaciones se han quejado de que Uribe no ha mantenido la neutralidad esperada del Gobierno. Su sucesor tendrá retos serios. Combatir la corrupción, el desempleo, la pobreza, impulsar el crecimiento y mejorar los niveles de salud y educación son tareas nada fáciles.