Jerez

Una vuelta más a la pederastia

El caso del detenido en El Cuvillo revela que aún hay estadios por conocer de la perversión a los que puede llegar un delincuente sexual Infancia rota, autoestima baja, desequilibrio... las claves de una depravación

JEREZ. Actualizado: Guardar
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La comunidad científica no se pone de acuerdo en cuanto al origen de la pedofilia y el momento en que ese 'voayeur', que se excita consumiendo pornografía infantil, decide en algún momento poner en práctica sus fantasías, aunque éstas le conduzcan a cometer un delito grave por pederastia. Sólo se ha elaborado un estudio analizando esta desviación sexual y su incidencia en España, y fue publicado a finales de los 90. Sin embargo, esta materia está de plena actualidad, tanto a nivel nacional por la polémica de los sacerdotes implicados en casos de abusos a menores; como en el ámbito local, con la reciente detención de un padre que supuestamente le propuso a un travesti que se dejara hacer una felación por su hija, de tan sólo seis años. Varios expertos de la rama de la psicología y psiquiatría consultados por este medio coinciden en no esconder su sorpresa por la pauta de conducta manifestada presuntamente por Juan Antonio G. P., quien ahora se encuentra preso y aislado en Puerto II. Pero este individuo sí podría compartir rasgos con otros pederastas. Éste es al menos un perfil aproximado de las personas que presentan esta desviación sexual.

Estudios como el dirigido por el psicólogo canadiense James Cantor, apuestan por la influencia de determinados condicionantes de la persona antes de nacer. Sin embargo, otros especialistas abocan por las circunstancias que rodean al individuo durante su infancia y etapa de crecimiento. Ligado a esta segunda vertiente, el perfil del pedófilo es el de un hombre que ha podido sufrir abusos en su infancia; por lo que termina repitiendo esa pauta de conducta cuando llega a la edad adulta. Tiene una personalidad insegura, inmadura e incapaz de abordar una relación sana con una persona de su edad. Especialistas como el psicólogo infantil, Conrado Montesinos, apunta que su inclinación hacia los niños «es en buena parte porque sólo con ellos sienten que pueden dominar la situación».

En este retrato esbozado mayoritariamente sale el rostro de un hombre. Son anecdóticos los casos de pedofilia o pederastia en una mujer. Los pocos que se conocen, indican las mismas fuentes, suelen estar asociados a otras patologías mentales que pueden desembocar en esas conductas. Las víctimas más habituales de estos individuos suelen estar en su ámbito más cercano (familiares, amigos, vecinos) como ocurriera con Juan Antonio G. P., que está imputado por un intento de violación, como cooperante necesario, que habría sufrido su hija pequeña. Para Montesinos, «hay multitud de estudios que indican una media de un 30% de chicas que alguna vez en su infancia han sufrido algún tipo de abuso».

Fuentes policiales consultadas por este medio confirmaron que la pequeña, cuando fue atendida por los funcionarios tras haber sido arrestado su padre, pudo aportar detalles que harían sospechar de situaciones de abusos anteriores a la que presuntamente ocurrió en las inmediaciones del estadio José del Cuvillo.

Si se adapta este perfil genérico a una posible descripción de este individuo, otros rasgos comunes son la necesidad que tienen los pederastas de reforzar una autoestima baja y la incapacidad de controlar los impulsos, lo que les lleva a cometer delitos y a exponerse al reproche judicial.

Al igual que otras patologías, en la pedofilia hay niveles, desde el que realiza sus primeros escarceos hasta el consumidor compulsivo de pornografía infantil; y cuando llevan esas fantasías a la realidad, dentro de la pederastia también hay grados de perversión.