Manuel Díaz, El Cordobés, da un pase de pecho a su primer astado. :: EFE
Sociedad

Agradecido arrojo de El Fandi

Tarde desigual con dos toros de buena condición. El último, de especial interés. Manuel Díaz, El Cordobés, muy discreto Rivera sólo cumplió en la pueblerina corrida del sábado en Sevilla

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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Abrió un toro burraco largo, alto y flaco que dio 570 kilos en báscula, perdió las manos en frío y fue ligeramente protestado por eso. Tuvo nobleza, descolgó y, dejado más a su aire que propiamente gobernado, descolgó con entrega. No llegó a romper. En la revolera con que abrochó Rivera Ordóñez un quite se dejó sentir un viaje espléndido. El Cordobés le perdió pasos al toro, no la cara, lo abrió exageradamente en toques por fuera y jugó al toropasa-pasatoro antes de cobrar con suficiencia una estocada delantera.

El segundo, badanudo, también burraco, mejor rematado que el primero, tomó el capote con alegría, salió con temple de dos varas, se empleó pronto en un quite mixto de El Fandi por tafalleras y chicuelinas y, luego, la muleta cambiada, por delante y a tironcitos, fue llevado por Rivera a los medios. Toro apagadito, pelea sin pasión. Encajado pero despegado Rivera, que pecó de torear a la voz más que con el engaño. Buenos los remates de pecho. Dos pinchazos, una estocada.

El Fandi se hizo presente con una larga cambiada de rodillas en tablas. Fiero el ataque del toro, que apretó por las dos manos y puso en evidencia el oficio y las facultades de El Fandi. Y su arrojo. A pesar de los acostones del toro, que empezaba a respirar con genio, El Fandi lo llevó galleando al caballo y ahí lo vio pelear. Tres pares de banderillas de serio mérito, porque el toro esperó en el tercero y no fue sencillo en ninguno de los viajes, salvo en el último de todos, cuando, fiel a su norma, El Fandi salió de reunión por delante y en carrera hacia atrás, la mano en el testuz y el dedo índice marcando el paso. Empezó a renegar, bramar y protestar enseguida el toro, que tenía gatitos, se frenaba y arreaba estopa antes de cumplir embestida. Un metisaca y una estocada soltando el engaño El Fandi las dos veces, porque el toro estaba ya enterado.

Toro devuelto

El cuarto se protestó por flojo y estuvo en mínimos. Muy poca fuerza, muchísima bondad. El Cordobés brindó al público. Brindis y punto. Justito el esfuerzo, escasa quietud, un medio merodeo, manejo sencillo de toro tan previsible como noble. Cuando los incondicionales reclamaron repertorio -la rana, el cabezazo-, El Cordobés hizo el guiño cómplice del «ahora veréis», pero justo entonces pidió la cuenta el toro, que se fue a las tablas. Un pinchazo y una estocada tendida.

Iba la cosa ligera y parecía corrida de acabar en su hora. Se torció el invento. El quinto salió lastimado del saludo de capa de Rivera, enterró los pitones en volatín después de un puyazo y quedó inválido. Fue devuelto. Salió un sobrero de Toros de la Plata, retinto, basto, sin cuello, acodado. De muy pobre empleo: cortos viajes, frenazos, poca fuerza. Rivera le puso tres pares de banderillas y arriesgó en el segundo de ellos.

De cofia aparatosa el sexto. Un toro con personalidad. Resuelto El Fandi de capa en el saludo, que forzó más de la cuenta al toro, un quite por tafalleras con parches de broche, dos puyazos severos, un épico tercio de banderillas. Pinchazo, aviso y estocada