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Detectives en el Vaticano

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La Iglesia ha admitido que en los nueve últimos años han sido investigados 3.000 curas por pederastia. Una cifra llamativa que sin embargo no llama la atención a nadie, ya que lo extraño es la persistencia en la imposición del celibato. Dejando atrás las vocaciones fuertes de homosexualidad, siempre dignas de respeto, muchas personas se han visto obligadas a desviar su inclinación y refugiarse en lo más cercano. Es lo que llaman «homosexualidad de recurso» algunos tratadistas: se da en las cárceles, en los conventos, en los ejércitos y en los gimnasios. Algún día tendrá que revisarse eso de declarar una soltería obligatoria a quienes sientan la vocación religiosa. De momento se están haciendo estadísticas y pagando indemnizaciones.

No hay temas escabrosos: lo que es escabrosa es la vida. Lo lamentable es prohibir un impulso sin domeñarlo. No hay que leer el 'Coridón' para saber que esas cosas son más antiguas que el mear y que el práctico aparatito ha venido siendo de multiuso. En ciertas épocas se quemaba a las pobres criaturas que mantenían relaciones con personas de igual sexo y sus mismas tendencias y los teólogos que creían defender a la paloma del Espíritu Santo, aunque fueran como palomos cojos, hablaban de «el pecado nefando». Una palabra muy antigua y un conflicto eterno, como las penas que prometían a sus usuarios. Roma se ha llenado de detectives y ha inspeccionado a unos 3.000 curas. Sería curioso saber el número de los que se han quedado sin inspeccionar, pero atribuye el 60% de los casos a la 'efebofilia'. Lo niños de los coros de entonces están cantando ahora y alzan la voz contra la educación recibida. Lo que más se echa de menos en este asunto, que no tiene enmienda, es la piedad, pero habría que corregir algunos reglamentos.